Atentado contra Roca

Los ánimos estaban caldeados contra Roca, a quien atacaban apasionadamente varios diarios por su apoyo a la candidatura de su concuñado. Quizá se debió a ese clima pasional el atentado de que fue objeto.

El presidente Julio Argentino Roca sufrió un atentado mientras iba a pie desde la Casa de Gobierno hacia el Congreso Nacional para inaugurar las sesiones del 26 período legislativo (que sería el último de su primera presidencia).

Eran las tres de la tarde del 10 de mayo de 1886 y Roca, que se hallaba al final de su primera presidencia, se dirigía al Congreso, ubicado entonces en la esquina de Balcarce y Victoria (actual Hipólito Yrigoyen, donde actualmente se levanta el edificio del Banco Hipotecario), para pronunciar el discurso de apertura del período ordinario de sesiones.
Iba acompañado de sus ministros Chavarria, Pellegrini, Wilde, Pacheco y Francisco Ortiz y rodeado por amigos y numeroso público.

Eran las tres de la tarde y todo estaba listo para la ceremonia, que había encendido gran expectativa, por cuanto el Congreso se hallaba agitado por las graves luchas políticas de aquellos momentos. Gran cantidad de público atestaba las calles y rodeaba la Casa Rosada y el Congreso.

En el mismo instante que el presidente llegaba a ese edificio, donde lo esperaban los legisladores, se desprendió de entre la multitud un individuo que, esgrimiendo una piedra en su mano derecha, sin que nadie atinara a impedírselo, se arrojó sobre el general Roca y levantando el puño, le descargó un tremendo golpe en la frente, causándole una profunda herida en el parietal derecho.

El golpe fue fuerte, ya que el presidente se tambaleó y dio un paso atrás al momento que el agresor iba a asestar otro golpe cuando una mano de acero le apretó el cuello, era la del doctor Carlos Pellegrini que redujo a la impotencia al agresor, mientras el senador David Argüello, le aprisionaba la mano que aún contenía la piedra.

Atentado contra Roca

Un grupo de gente observaba la escena “una multitud se apiñaba en la plaza 25 de Mayo... hallándose asimismo las azoteas y balcones de La Bolsa, Correo, Aduana y Altos de Escalada, coronados de gente”, fantaseaba La Nación, al pasar la comitiva, las tropas formadas del Regimiento 1 de Infantería al mando del coronel Antonio Donovan presentaron armas al presidente, y la banda militar comenzó a tocar la marcha Ituzaingó. De repente -"siendo exactamente las 15.10 hs.", consigna el diario La Nación-, a escasos metros de la puerta de acceso al Congreso y cuando el primer mandatario subía a la vereda, un sujeto surgió de entre el gentío y levantando un puño en el que tenía una piedra, lo golpeó en la cabeza. Cuando se aprestaba a asestarle otra vez, Pellegrini, que era enormemente alto y de fuerza hercúlea, lo tomó de atrás ("lo acogotó con el brazo derecho", dice La Nación en la nota publicada respecto al incidente en su edición del 11 de mayo de 1886) y lo inmovilizó; mientras el senador David Argüello le tiraba de la barba ("de los cabellos", según La Nación). Por su parte, el general Levalle, integrante de la comitiva, vociferaba ordenándole a Donovan "desplegar sus tropas en batalla". Otro de los militares que acompañaban a Roca gritaba: "¡Que lo envasen con la espada!", y uno que calzaba los mismos puntos, se preparaba a hacerlo; pero el ministro Pellegrini, sereno, lo llamó al orden, impidiéndoselo. Pellegrini entregó al agresor -que desde el suelo pedía con insistencia: "¡Mátenme!"- al comisario Baldomero Cernadas, quien lo esposó. Costó a la policía sacarlo de entre los soldados que le estaban dando una tremenda golpiza ("Pellegrini ordenó la calma, aunque no pudo impedir -en la vereda de Balcarce- los trompis sobre el criminal", pone La Nación). El ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública Eduardo Wilde amigo de Roca y prominente médico higienista, improvisó una enfermería en la Secretaría General de la Cámara de Diputados y procedió a asistir al presidente, que seguía sangrando profusamente. Limpió la herida, le puso árnica para detener la hemorragia y después de asegurarse de que no hubiese arterias rotas que ligar; sobre ella colocó un apósito hecho "a partir de un pañuelo" que era del ministro de Hacienda Wenceslao  


Mientras el agresor era detenido y entregado al comisario Cernadas, quien junto con otros oficiales de policía lo llevaron detenido, poniéndolo quizás a salvo de la ira de quienes habían presenciado el incidente, el general Roca se repuso del ataque, resteñó la sangre que fluía de su frente con un pañuelo que le acercó el ministro Pacheco, recogió el sombrero que había rodado por el suelo y continuó su marcha. Apoyándose en el brazo de su ministro, el doctor Wilde, se introdujo en la Secretaría de la Cámara donde se le curó la herida que nuevamente había comenzado a sangrar abundantemente. Fue el doctor Eduardo Wilde, que era ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, quien rápidamente contuvo la sangre y le practicó un vendaje y quienes presenciaron la escena relataron que Roca, dirigiéndose a Wilde le dijo: “Doctor Wilde, es la primera cachetada que he recibido en mi vida” y que Wilde respondió: “No es usted solo, presidente, quien la recibe, sino el decoro de la República”.

Curada provisoriamente su herida, Roca continuó su marcha, pálido y con el uniforme y la banda presidencial manchados con sangre. En esas condiciones llegó al Congreso y sin poder ocultar la impresión que lo turbaba, sólo se refirió al atentado diciendo al comienzo de su discurso: “Hace un momento, sin duda un loco, al entrar yo al Congreso, me ha herido en la frente no sé con qué arma” y al acallarse los aplausos que rubricaron el final de su discurso, Roca agregó improvisando: “al descender de este elevado puesto, lo hago sin odios, sin rencores para nadie, ni aún para el asesino que acaba de atentar contra mi vida”.

Roca herido

Roca se excusó de pronunciar el discurso que tenía preparado para la ocasión, pues “un incidente imprevisto me priva de la satisfacción de leer mi último mensaje que como presidente dirijo al Congreso de mi país. Hace un momento, sin duda un loco, al entrar yo al Congreso, me ha herido en la frente no sé con qué arma”, dijo. "Se habla de fraudes, de violencias, de abusos de autoridad. Las elecciones se han realizado con no menos libertad ni garantías que en las administraciones de los ilustres argentinos que me han precedido en el gobierno". Y concluyó manifestando que estaba "con la conciencia tranquila, el ánimo sereno, acariciando la idea del retiro y el silencio que las democracias reservan a quien las ha servido bien o mal, sin odios ni rencores para nadie, ni siquiera para el loco que acaba de agredirme". Luego  Roca se retiró del Congreso y abordó un carruaje que lo trasladó a su casa, donde Wilde, ahora acompañado de los doctores Crespo y Costa, volvió a examinar la herida y le practicó un nueva curación.