Un capítulo nuevo

Se inicia con la presidencia de Roca un capítulo nuevo en la historia del país el capítulo del orden, de la administración, de la prosperidad material.


Se realizó en orden el traspaso de las dependencias provinciales al gobierno nacional: el 9 de diciembre de 1880 la provincia hizo entrega del departamento de policía; el día 15, recibió la municipalidad; el 2 de enero de 1881 las oficinas de la Sociedad de beneficencia, etc. 

Había sido preparado mucho de lo que se realizó por las presidencias anteriores, con la iniciación de los ferrocarriles, con el fomento de la inmigración y la colonización, con la difusión de la instrucción pública en todos los grados, con la ordenación legal del Estado, con la conquista del desierto, la acción de un periodismo de gran difusión, la federalización de Buenos Aires, que resolvía un viejo pleito. 

Las provincias, la llamada liga de gobernadores, conquistan a Buenos Aires como capital de la República, pero desde la presidencia de Roca se inicia la conquista de las provincias por la capital, que fue el centro de todo impulso y por su influencia natural favoreció el proceso.

Hubo algunos conatos de oposición y de independencia; fue censurada la disposición gubernativa de prohibir en 1881 los funerales por las víctimas del año anterior. Del Valle y Pellegrini hicieron oir su protesta. Las discrepancias internas llevaron a la renuncia de los ministros del Viso y Pizarro.

Las presidencias anteriores se habían movido guiadas por principios liberales; ellos fueron el resorte y el objetivo de Mitre, de Sarmiento, de Avellaneda; con la afluencia creciente de inmigrantes, el sistema se fue trasformando y surgió el interés de las minorías dirigentes en mantener su hegemonía política y su gravitación económica; el conservatismo sofocó en las alturas del poder al liberalismo; una especie de aristocracia, de oligarquía, fue el producto del choque de las antiguas corrientes liberales con las nuevas masas obreras y campesinas, minoría que se empeñó en mantener sus privilegios contra las demandas de mayorías recientes y antiguas. 

Eduardo  Wilde

Eduardo  Wilde era un afiliado al Partido Autonomista Nacional, fue elegido dos veces diputado provincial y otras dos diputado nacional. En 1882 el presidente Julio Argentino Roca lo designó Ministro de Justicia, Culto e Instrucción, y bajo su dirección se dictaron dos leyes decisivas de la organización institucional laica del país: ley de educación laica (inspirada en las recomendaciones de Domingo F. Sarmiento), y ley de matrimonio civil. Durante la presidencia de Miguel Juárez Celman, se desempeñó como Ministro del Interior, debiendo renunciar junto al presidente, por motivo de la Revolución del Parque en 1890.

Los viejos partidos pertenecían a una misma clase social y aspiraban a manejar la máquina política y administrativa según las normas de un despotismo ilustrado; en lo sucesivo hay un divorcio entre los monopolistas del poder y las masas, y la historia política futura se explica desde ese ángulo; el liberalismo después de 1880 se cobijó en las tendencias populares y democráticas de las masas, a cuya fuerza acudieron después los que pretendían cambiar el rumbo político del país para ajustarlo a las nuevas exigencias.

Espíritus selectos como Miguel Cané se hallaban disconformes con el materialismo de la nueva época: 

"Sé que todo lo bueno se va, sé que las ideas elevadas no encuentran eco ya en nuestra sociedad mercachiflada; sin embargo, hay un deber sagrado de propender incesantemente al retorno de los días serenos del reinado de lo bello. Hemos tenido esa época; cuando se peleaba en toda América por la libertad, la lucha engendraba el patriotismo, y este sentimiento, superior a todos, elevaba los espíritus y calentaba los corazones. Nuestros padres eran soldados, poetas y artistas. Nosotros somos tenderos, mercachifles y agiotistas. Ahora un siglo, el sueño constante de la juventud era la gloria, la patria, el amor; hoy es una concesión de ferrocarril para lanzarse a venderla en el mercado de Londres" ...

Pero las fuerzas progresivas en acción eran tales que el país entró en una franca era de construcción; se crearon industrias nuevas, se extendieron con buen ritmo los ferrocarriles, aumento notablemente la inmigración y llegaron importantes capitales extranjeros. En su mensaje al Congreso pudo decir Roca en 1883:

"Ningún presidente de la República ha tenido hasta ahora la satisfacción de abrir el parlamento argentino en época de mayor bonanza y prosperidad que la presente. Todas las fuerzas vivas del país, todas las variadisimas fuentes de riqueza que encierra, se desarrollan con un arranque y vuelo extraordinarios, al amparo del crédito y la confianza general."

Juan Bautista Alberdi

Mitre, avivando viejos rencores acuñados en su posición crítica al conflicto bélico con el Paraguay que originó otro de los libros alberdianos más difundidos llamado "El crimen de la guerra", se empeñó en desacreditarlo por medio del diario La Nación, se opuso a la iniciativa de imprimir sus obras completas por parte del Estado Nacional mediante un proyecto de ley que el presidente Julio Argentino Roca, sucesor de Avellaneda, envía al Congreso y a su nombramiento como embajador en Francia. Las obras fueron editadas, pero en el senado no obtuvo el consenso necesario para la designación diplomática. Alberdí fallecería en la ciudad de Neuilly-sur-Seine el 19 de junio de 1884.

Fue iniciativa del presidente Roca la edición de las obras de Alberdi, un homenaje al pensador tantos años combatido e injuriado. La decisión fue aplaudida en las provincias y en la misma Buenos Aires, pero suscitó el encono y la oposición de Mitre desde las páginas de su diario. El mensaje de Roca al Congreso pidiendo fondos para costear la edición es del 16 de noviembre de 1880, un mes después apenas de haberse hecho cargo del gobierno. Y cuando se hizo público el propósito del presidente y de su equipo ministerial de reponer a Alberdi en el cargo de ministro en Francia, se desató una oposición irritada e hiriente contra el adversario de la guerra del Paraguay y del localismo porteño.

El presidente Roca insistió reiteradamente en sostener el nombre y los méritos de Alberdi; lo nombró ministro plenipotenciario en Chile, y como no pudo por razones de salud asumir esas funciones, lo designó comisario para la inmigración, a fin de que pusiera en práctica sus ideas; y como se difundiese la noticia de su declinación, con su firma y la de Eduardo Wilde, pidió al Congreso el 21 de mayo de 1884 que se le acordase una pensión de 400 pesos mensuales: 

"El Dr. Alberdi pisa los últimos escalones de su vida —se lee en el mensaje—y se halla enfermo, inválido para el trabajo activo, después de haber dado a su país, durante cincuenta arios, la savia de su fecundo talento"...