No obstante los antecedentes e iniciativas que se tienen en materia de enseñanza popular, hasta 1853 fue muy poco el progreso realizado en el país en ese campo. Una vez organizado, todos los gobiernos que sucedieron a la tiranía tuvieron entre sus preocupaciones primordiales la de la enseñanza, aunque los recursos fueron en extremo reducidos.
Avellaneda y Sarmiento no pueden ser ignorados en ese campo; en la época de Roca no decreció el esfuerzo por llevar la instrucción a todos los ámbitos de la república. En enero de 1881 la Nación tomó a su cargo las escuelas primarias de la capital federal y se creó un Consejo Nacional de Educación, de cuya presidencia se encargó a Sarmiento, a quien sucedió un año después el doctor Benjamín Zorrilla.
A fines de 1881 se convocó por decreto firmado por Manuel D. Pizarro un congreso para determinar el estado de la educación común en el país y las causas que obstruyen su desarrollo, los medios prácticos para remover los obstáculos, la acción e influencia del poder público en el desarrollo de la educación, el papel que le corresponde de acuerdo con la Constitución y estudios de la legislación vigente en la materia y su reforma.
Las sesiones tuvieron lugar en abril de 1882 y asistieron más de 250 delegados nacionales y extranjeros, entre otros, Wenceslao Escalante, Paul Groussac, Nicanor Larrain, Raúl Legout, José Posse, Telémaco Sussini, José A. Terry, José María Torres, Luis V. Varela, Leandro N. Alem, etc., etc.; entre los militantes católicos figuraban José Manuel Estrada, Pedro Goyena, Emilio Lamarca, Esteban Salvador y Tristán Achával Rodríguez.
El Congreso Pedagógico Internacional convocado por el gobierno roquista, además de poner al país a la vanguardia de ese tipo de encuentros, tuvo gran impacto en el público gracias a una amplia cobertura en los periódicos en aquella segunda mitad del siglo XIX habían tenido lugar encuentros de esta índole en varios países de Europa. Pero el de Buenos Aires fue el primer congreso realizado en nuestro Continente al que asistieron representantes de Estados Unidos, Bolivia, Brasil, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Paraguay y Uruguay. Chile y Perú, enfrascados en una guerra, estuvieron ausentes.
La presidencia recayó en Onésimo Leguizamón; Sarmiento fue nombrado presidente honorario, pero no concurrió a las sesiones; en cambio escribió sobre los temas en debate ampliamente en El Nacional.
El Congreso llegó a las siguientes conclusiones:
se hicieron propuestas sobre educación rural, sobre escuelas de adultos, enseñanza de sordomudos, programas y métodos de enseñanza.
La mayoría de los congresales respondían a una orientación liberal, positivista, predominante entonces, pero se quiso evitar polémicas y se eludió en gran parte la cuestión religiosa vinculada al problema de la educación.
Los católicos vieron en ello una maniobra para llegar a la laicización de la escuela y al desplazamiento de la Iglesia del terreno educativo, y se retiraron ruidosamente del congreso.
Esa conducta llevó a José Manuel Estrada, rector del colegio nacional y antiguo jefe de la dirección general de escuelas normales, a fundar un periódico de batalla, La Unión, portavoz combativo de la tendencia católica.
José Manuel Estrada tuvo una importante su actuación en el Congreso Pedagógico de 1882 donde sostuvo que la escuela pública común debía ser católica, manteniendo un duro debate con Leandro N. Alem que proponía una prohibición de las escuelas religiosas, y la estricta laicidad de todas las escuelas del país, en ese momento, en un sistema que no generaba controversias, se exceptuaba de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas a los alumnos cuyos padres así lo solicitaran. En 1883 José Estrada fundó La Asociación Católica, que presidió Estrada y en cuya dirigencia participaron: Tristán Achával Rodríguez, Miguel Navarro Viola, Emilio Lamarca, Apolinario Casabal, Pedro Goyena, Tomás de Anchorena, y Enrique Lezica, entre otros, esta Asociación buscó impactar en el debate público acerca de la laicidad o catolicidad de la enseñanza y un año más tarde, tras una concurrida Asamblea de Católicos,la Asociación transmutaría en un partido político, Unión Católica, con el que Estrada sería electo diputado nacional.En julio de ese año el presidente Julio Argentino Roca y su ministro de educación Eduardo Wilde relevaron a Estrada por Amancio Alcorta en el rectorado del Colegio Nacional, antecedente de la escalada de hechos que enfrentaría al gobierno con la Iglesia católica al año siguiente.
La situación de la enseñanza no era brillante, a pesar de la obra de Avellaneda y Sarmiento; el censo escolar nacional de 1883 dio 497.947 niños en edad escolar, de los cuales 124.558 eran alfabetos; 51.000 semianalfabetos y 322.390 analfabetos.
Pizarro primero, luego Wilde, crearon escuelas, pero persistían las dificultades financieras para mantenerlas en el nivel deseado; luego se instituyeron becas para las escuelas normales y se aumentó su número y se sostuvo —ley Láinez— el principio de que la Nación podía fundar escuelas en provincias.
Fueron apareciendo escuelas primarias nacionales en provincias, escuelas industriales y de artes y oficios, etc.