Ataque a Curupaytí

Hubo descontento por parte del barón de Porto Alegre y del almirante Tamandaré a causa de la posición secundaria en que quedaban en el plan de operaciones los generales brasileños, pero al fin se admitió el plan aprobado.


Mientras se realizaba la conferencia de paz, López aprovechó el tiempo para fortificar sus posiciones en Curupaytí donde colocó cincuenta cañones de variado calibre. A la trinchera ya existente, agregó otra, mucho más profunda. La primera tenía un foso de un metro de profundidad y dos de ancho; la segunda, consistía en un foso de cuatro metros de ancho y dos de profundidad, con parapetos de hasta tres metros de altura. Estas trincheras de línea irregular, con numerosas vueltas, exponían a los atacantes a ser tomados de flanco y espalda. Ante las trincheras se extendía un terreno quebrado por arroyos y pantanos, cubiertos de arbustos espinosos, donde los paraguayos habían colocado numerosos agujeros y trampas. Detrás de las trincheras había cinco mil soldados al mando del general Díaz. Era necesario tomar esta posición fortificada para avanzar después sobre Huamitá y finalmente sobre Asunción.

Los aliados agruparon importantes fuerzas en la primera quincena de septiembre, para el asalto a las trincheras de Curupaytí. El coronel británico George Thompson y el coronel austríaco Franz Wisner de Morfenstein, ambos ingenieros al servicio de López, habían fortificado las posiciones de Curupaytí y de Humaitá.

lanzacohetes

La acción bélica más dramática de esa guerra fue el asalto de Curupaytí (o Curupayty) por parte de los argentinos y brasileños. El 22 de setiembre de 1866 tres buques brasileños ("Bahía", "Lima Barros" y "Brazil") a las órdenes del almirante vizconde de Tamandaré, se aproximaron a las fortificaciones paraguayas para quebrar su resistencia con un intenso bombardeo de sus cañones y cohetes. El fuego se inició ese día a las siete de la mañana, terminando alrededor del mediodía, pero sin resultados apreciables a causa de la configuración del terreno, que impedía a los artilleros efectuar un tiro observado

También había trabajado el ingeniero polaco Leopoldo Myzkonski. Las fortificaciones se realizaron entre el 8 y el 21 de septiembre. El entonces capitán Bernardino Caballero prosiguió con el desmonte y la excavación de un profundo foso de más de dos kilómetros frente a las trincheras. Los trabajos fueron realizados a costa de una labor intensa, en largos turnos de infantes, artilleros, jinetes y zapadores paraguayos, durante las 24 horas. Dentro de este foso se colocaron estacas puntiagudas.

Los aliados disponían de veinte mil hombres para el asalto, mitad brasileños y mitad ar-gentinos. La artillería aliada con treinta cañones apoyaría la acción, mientras la flota de Tamandaré con cinco acorazados, doce cañoneras y monitores, en total 24 unidades con 101 cañones bombardearían las posiciones paraguayas desde el río. El general

Mitre comandaba la operación.

Los argentinos estaban al mando de los coroneles Arredondo, Rivas, Charlone, Susini, Bustillo, Díaz, Esquivel y Martínez, y de los generales Wenceslao Paunero y Emilio Mitre. Los brasileños, al mando de los coroneles Bittencourt, Barros Vasconcellos, Machado, Caldas, Lima, Pereira y Paranhaós, y de los generales Porto Alegre y de Carvalho. El general Flores con tres mil hombres atacó de flanco en Tuyú-Cué.

Batalla de Curupaity

Las fortificaciones paraguayas se consideraban inexpugnables a menos que la artilleria desmontara la mayor parte de los cañones enemigos, la escuadra del almirante Tamandaré tomo a su cargo esta tarea

El ataque frontal

Se decidió atacar el 17 de septiembre, pero las lluvias caídas ese día obligaron a suspender el ataque. Francisco Seeber dice en sus Cartas:

«El 17 por la mañana nublada y amenazando lluvia hizo que no llegara la orden de avanzar. A las once se tocó 'tropa' y estuvimos nuevamente sobre las armas. A poco tiempo se descolgó un aguacero torrencial; no teníamos una hilacha seca, la pólvora estaba completamente mojada y los cartuchos que los soldados llevaban en sus defectuosas cananas también. Al día siguiente siguió lloviendo, nuestro rancho de tacuaras estaba inundado y nos alimentamos con carne de tasajo. El coronel Rosetti, este valiente militar italiano, nos dijo en su carpa el 21 a la noche: 'Mañana vamos a ser derrotados, pues los paraguayos están fuertemente atrincherados y tienen cincuenta cañones en batería. La escuadra no les hará daño pues las barrancas sobre el río son muy altas. Tengo el presentimiento de que voy a ser uno de los primeros en caer de una bala en el vientre'».

Muchos soldados aliados estaban conscientes de que el ataque frontal a la posición paraguaya era una locura. Dominguito Sarmiento escribió a su madre una conmovedora carta presintiendo su próxima muerte.

Batalla de Curupaity

Poco después de las 8. loa buques iniciaron el bombardeo, que suspendieron cerca del mediodía, haciendo la señal convenida de que la misión haba sido cumplida. Las tropa avanzaron entonces con la orden de tomar a la bayoneta las fortificaciones enemigas, pero desde el primer momento sufrieron un intensimo fuego de artillería. La aproximación del atacante si vio ademas entorpecida por el terreno fangoso y los malezales, las lluvia. recientes habian inundado las partes bajas y colmado el foso que cabria la posición paraguaya El ataque fue finalmente detenido y resultaron estériles los alardes de valor de las tropas para pro seguirla Se ordene entonen el repliegue y a las 17 horas los aliados estaban de regreso en Cursan.

El hijo de Sarmiento Dominguito era capitán de la Guardia Nacional, batallones que los jefes cuidaban en mucho «ahorrándoles su ración diaria de balas». , al conocer esto  pidió su traslado a un cuerpo de línea, esos que estaban en los lugares de mayor peligro. Muchos hijos de familias acomodadas no marchaban a la guerra; pagaban a un «personero» que lo hacía en su lugar y a veces, moría por él. Pero como Dominguito, Carlos Pellegrini, Dardo Rocha, Lucio V. Mansilla, Leandro Alem, Julio A. Roca, Miguel Martínez de Hoz, Carlos Keen, Juan Cobo, Luis María Campos y tantos otros no eludieron su responsabilidad y muchos cayeron para siempre en los campos de Paraguay.

El día 22 de septiembre de 1866 se inició el ataque a Curupaytí muy temprano, con el bombardeo de la escuadra a las trincheras paraguayas, desde la orilla izquierda del río. A las diez de la mañana, la primera línea defensiva paraguaya desbaratada por el fuego, fue evacuada por sus defensores. Las tropas aliadas se colocaron para el asalto a unos 1.500 metros de la primera trinchera enemiga. En el centro estaban los argentinos con doce cañones de a 8, la cuarta división, los batallones Santa Fe, Salta y la Legión Militar de voluntarios italianos al mando de Charlone, Rosetti y Susini. Después seguían el batallón La Rioja y el 4° y 6° de Línea, los batallones Correntino, Catamarca y Tucumán. Luego, a la derecha estaban formados el segundo cuerpo al mando de Emilio Mitre el 3° de Guardias Nacionales, el 12° de Línea, los batallones Entre Ríos, Córdoba, San Juan, Mendoza, San Luis y la división Buenos Aires (cuatro batallones). A la izquierda de la línea formaban los brasileños con seis batallones de infantería y seis de caballería desmontados, ocho cañones, dos obuses y dos coheteras.

Los soldados aliados llevaban pesadas escaleras de ramas verdes de árboles atadas con sogas para escalar los parapetos. Dice Seeber: «Las tropas en general iban bien vestidas, los jefes y oficiales de gala, con sus colores llamativos, sus galones relumbrantes y hasta calzado guante blanco, haciendo alarde de coraje, esperaban impaciente la señal del ataque general...».

Plano de curupaity

En el plano de curupayti se ve el movimiento de las tropas las azules las aliadas y las rojas son las paraguayas. el resultado de la batalla fue desastroso para los aliados . Los argentinos sufrieron 2054 bajas entre muertos y heridos los  brasilersos. 1950 bajas , dichas cifras representan. respectivamente, siendo el 40% y el 20% por ciento de los efectivos en combate. Los paraguayos tuvieron solo 92 bajas. Esta batalla le costo el puesto de comandante general a mitre y produjo una detención de las hostilidades por 8 meses.

El fracaso aliado

A las doce del día, el almirante Tamandaré después de un infernal bombardeo, izó la bandera blanca y roja que indicaba al mando aliado que las baterías enemigas estaban en parte demolidas. Con gritos de entusiasmo frenético, brasileños y argentinos se lanzaron con ímpetu al ataque en cuatro columnas. Cuando estaban llegando a la primera línea paraguaya, los cañones enemigos comenzaron a tronar y no cesaron de hacer fuego un solo instante, causando estragos en las filas que avanzaban. La escuadra no había logrado desmontar a uno solo de ellos. Los cinco mil infantes paraguayos apostados en las trincheras también hacían fuego, ocasionando muchas bajas. No obstante, los brasileños salvaron rápidamente la distancia y alcanzaron la primera trinchera, dejando un tendal de muertos. Por el centro los argentinos también avanzaron y llegaron a la primera trinchera bajo la metralla de los cañones paraguayos. Los aliados prosiguieron su avance hacia la segunda trinchera, pero no pudieron escalar el alto parapeto, pues granizadas de proyectiles les alcanzaron de lleno. Los comandantes que iban al frente de sus hombres fueron los primeros en caer muertos o heridos, entre ellos, los coroneles Charlone y Rosetti. Después de una encarnizada lucha de dos horas, que había diezmado a los atacantes, se dio orden de retroceder a las dos de la tarde.

Se reorganizaron las secciones, se tomó aliento y se retiraron los heridos bajo el fuego paraguayo. Entonces Mitre ordenó un nuevo ataque. De nuevo se tomó la primera trinchera; de nuevo se asaltó la segunda desde la cual los paraguayos disparaban a quemarropa .a los aliados. Éstos quisieron hacer uso de las escalas, pero en su mayor parte estaban deshechas. Desde el foso, muchos argentinos y brasileños lograron matar de cerca a los paraguayos que se asomaban al parapeto. A las cuatro de la tarde se tocó retirada general, después de cuatro horas de lucha sin cuartel. Los aliados se retiraron en orden, recogiendo a los heridos durante tres horas. Las escaleras sirvieron para llevar a los heridos. Al atardecer el ejército aliado estaba de regreso en Curuzú. El suelo de Curupaytí estaba teñido de sangre y el agua enrojecida por la que corría de los cuerpos de miles de muertos y heridos. Los gritos de los heridos y el tronar de los cañones daban al conjunto un aspecto pavoroso. La bajas de esta acción fueron unos cuatro mil muertos (brasileños y argentinos) y otros tantos heridos. Hay una versión que habla de diez mil muertos, pero es inexacta. Los partes oficiales aliados daban dos mil bajas argentinas y 1.950 brasileñas, entre muertos y heridos. Las bajas paraguayas alcanzaron apenas a cien muertos y algunos heridos. Entre los argentinos el mayor número de muertos lo tuvo la Legión Militar con sus voluntarios italianos: un jefe, tres oficiales y 71 soldados muertos y 4 oficiales y 45 soldados heridos. Su intrépido jefe, el coronel Charlone murió con el pecho atravesado de balazos. El batallón de Santa Fe sufrió doscientas bajas; su abanderado, el joven Mariano Grandoli, de Rosario, murió envuelto en la bandera. Rosseti fue herido en el vientre, como presintió, y falleció. El coronel Ignacio Rivas fue herido y proclamado general en el campo de batalla por su valor. El teniente Sebastián Casares se presentó al general Paunero con cuatro banderas que escoltaban sesenta hombres, lo que restaba de la primera división. El general Mitre presenció la batalla desde muy cerca, con su serenidad proverbial, y su caballo herido por la metralla. Un ayudante le pidió un cigarro para encender el suyo. Una bala de cañón paso sobre sus cabezas y el ayudante agachó un poco la suya, entonces Mitre le dijo: «Muy a tiempo señor ayudante».

Mitre distaba de ser un estratega apto para el difícil cargo que había asumido. Incapaz de evaluar las condiciones del terreno y el desplazamiento de sus fuerzas en zona descampada al fuego de un enemigo oculto y parapetado, estaba dispuesto a lanzar varias columnas de asalto una vez que el almirante Tamandaré cesara el fuego de su flota. Durante el bombardeo naval el comandante paraguayo hizo incendiar parvas de pasto seco que produjeron una densa cortina de humo e hicieron imposible a los artilleros de los barcos realizar un bombardeo de mayor precisión. Esto determinó que al mediodía cuando Tamandaré ordenó el cese del fuego, la fortaleza de Curupaytí permaneciera intacta.Entonces llegó el momento del ataque terrestre y cuatro columnas con miles de soldados se dirigieron hacia el fuerte. Probablemente este ataque quede en los anales como el peor ejemplo entre las tácticas de guerra. El terreno estaba anegado y pantanoso debido a tres días previos de intensas lluvias, los soldados avanzaban lentamente hundiéndose en el barro, tropezando y en algunas partes con el agua cerca de la cintura. Pronto estuvieron a tiro de la artillería paraguaya que comenzó a diezmarlos, mientras que las avanzadas patriotas jamás alcanzaron a ver al enemigo parapetado y perfectamente camuflado.

La retirada

Entre las causas del fracaso aliado en Curupaytí, figuran en primer término la ineficacia del bombardeo a las trincheras paraguayas por la flota brasileña de Tamandaré. Pero también fueron ineficaces los 24 cañones de pequeño calibre (13 argentinos) que utilizaron los aliados. Seeber escribió en sus Cartas, que «nuestra artillería es débil e insignificante, las espoletas no revientan. Las únicas de nuestras piezas de algún valor son los dos cañones Krupp llegados hace poco, cuyo manejo nos enseñó un sargento alemán que tenemos. La artillería argentina tuvo solamente un muerto y dos heridos en Curupaytí».

Las tropas aliadas se retiraron en orden del campo de batalla, «al paso marcial», después del primer asalto. Los cañones paraguayos disparaban sobre ellos por elevación, pero los cuerpos se tomaron un momento de descanso, calentaron agua y tomaron café. En pocos momentos iniciaron el segundo asalto. La segunda y definitiva retirada se realizó con mayor confusión como es natural después de sufrir tantas pérdidas.

Curupaytí

Vista del fuerte de Curupaytí según Cándido López. Barreras de plantas espinosas y fosos hacían imposible que las fuerzas argentinas pudieran atravesarlo, siendo fáciles blancos para los paraguayos.