López se indignó cuando supo que sus tropas habían evacuado Curuzú y mandó fusilar a los soldados de diez en diez; se contaba de uno a diez y ese último era fusilado. A los oficiales de este 10° batallón castigado se los fusiló con el sistema de quién sacaba la pajita más larga que él mismo tenía en la mano. El resto del batallón fue disuelto.
Antes del ataque frustrado de Curupaytí, el 12 de setiembre de 1866, se realizó una conferencia entre el mariscal López y el general Mitre en Yataytí-Corá, lugar situado entre las líneas de ambos ejércitos. López invitó a Mitre a buscar medios conciliatorios e igualmente honrosos para todos los beligerantes a fin de ver si la sangre derramada podía considerarse suficiente para lavar los mutuos agravios. Mitre se reservó la respuesta hasta comunicarse con los demás aliados y con su gobierno; las decisiones que se tomasen le serían comunicadas por escrito.
Mitre comunicó a su ministro de relaciones exteriores que el mariscal López "había dado el paso de buscar una entrevista para ver si era posible la paz en los términos que él creía convenientes, manifestando que estaba decidido a la guerra hasta la última extremidad, y que la haría con más vigor aún no viendo la posibilidad de un arreglo inmediato, pues no podría paralizar su acción esperando la deliberación de los gobiernos aliados, que tendría necesariamente que ser lenta".
Mitre se mostró favorable a las negociaciones sugeridas por López. El gobierno argentino, después del desastre de Curupaytí y su repercusión en el país, también se inclinó a tratar con el Paraguay. El emperador Pedro II se opuso enérgicamente. "Abdicaré más bien que tratar con semejantes déspotas" —dijo.
La situación interna en la Argentina se volvió amenazante. El vicepresidente Marcos Paz escribió a Mitre el 28 de enero de 1867:
"Hemos resuelto escribirle, despachando uno de los vapores de guerra, para hacerle presente la situación cada vez más grave del país. . . Hoy no sólo necesitamos salvar las provincias de Cuyo; debemos ir a Córdoba, en donde está el foco de la anarquía y de donde salen las monto-neras. Si lo destruyen a Paunero, por la sedición o por las armas, las montoneras se vendrán hasta arroyo del Medio y Buenos Aires se encuentra más débil que en ningún tiempo, pues sus mejores soldados están en el Paraguay".
Se acabó por admitir que la condición previa para la paz no podía ser otra que el abandono por el mariscal López del gobierno de su país, exigencia que fue rechazada con indignación
El 12 de septiembre de 1866 López invitó a Mitre a una entrevista en Yataití-Corá para encontrar los medios para poner término a la guerra Mitre y López, y conversaron durante casi cuatro horas y no se llegó a ningún acuerdo. Mitre le dijo que trasmitiría sus proposiciones a los respectivos gobiernos, pero López le respondió que eso llevaría mucho tiempo y él no podía esperar. Brasil se opuso a toda tratativa que no se basara en la rendición de López. Al final de la conferencia López y Mitre intercambiaron sus fustas y se despidieron. La guerra proseguía.