Se inician las hostilidades

El mariscal Francisco Solano López proyecto una operación teóricamente perfecta y no parece haber contado, a pesar de las advertencias, con la oposición argentina al paso de sus ejércitos por Corrientes. Un brazo de su avance seguiría a lo largo del río Uruguay; el otro marcharía por la ruta del Paraná. 


Fuerza de los beligerantes.

Entró el Paraguay en la guerra, con evidente superioridad sobre la Argentina, el Brasil y el Uruguay reunidos; si la decisión de la contienda se hubiese tenido que definir en los primeros encuentros, la victoria, seguramente, habría correspondido a los paraguayos, disciplinados, combativos, fieles a su jefe.

El Brasil tenía un ejército de 35.000 hombres, entre voluntarios y guardia nacional; de ellos, 13.000 estaban en el Uruguay; 13.900, en Rio Grande do Sul y el resto en guarniciones del interior. La superioridad brasileña estaba en su escuadra, formada por 17 buques con 103 cañones y varios barcos menores; además el Imperio había encargado la construcción de varios acorazados en Europa. 

La Argentina tenía entonces 8.400 hombres sobre las armas, comprendidos el ejército permanente, unidades de la guardia nacional e indios amigos. La escuadra apenas contaba por el pequeño número y la calidad de sus buques. El Uruguay apenas reunía cuatro menguadas unidades de línea de guarnición en Montevideo. En general, las reservas de los aliados carecían de organización, instrucción y disciplina; y la industria de guerra era prácticamente inexistente.

Hay que considerar también la población de los beligerantes: la Argentina tenía 1.200.000 habitantes; el Brasil, 8.000.000; el Uruguay, 350.000.

El ejército del Paraguay sumaba 18.000 hombres en el ejército permanente y unos 42.000 en la reserva; la escuadra se componía de 15 buques armados. La población del país apenas llegaba a un millón de habitantes, pero al iniciarse las hostilidades estaban terminadas las fortificaciones de Humaitá e Itapirú y el fuerte Olimpo, con dos baterías en las proximidades de Asunción. Para lo que se llamó después guerra relámpago, el Paraguay estaba en mejores condiciones que los aliados, pero en una guerra de larga duración estaba condenado a sufrir el paulatino aumento de los efectivos y de los mejores armamentos del enemigo, pues podía recibirlos del exterior sin inconveniente alguno.

escolta personal de Bartolomé Mitre

Soldados perteneciente a la escolta personal de Bartolomé Mitre durante la epoca de la guerra del Paraguay

El plan Paraguayo

Las tropas de Itapuá, 10.200 hombres y 5 cañones, serían dirigidas por Santo Tomé y los pueblos brasileños situados sobre el río Uruguay, para atacar por la espalda a los contingentes imperiales que actuaban en el Uruguay a las órdenes del general Menna Barreto. Por otro lado, las fuerzas concentradas en Humaitá. y Paso de la Patria, 20.000 hombres y 30 piezas de artillería, avanzarían por Corrientes, San Roque, Mercedes, hacia Paso de los Libres, para unirse luego con la columna que avanzaría a lo largo del río Uruguay.

La protección eventual contra la acción de la escuadra brasileña estaría a cargo de la èscuadra paraguaya con el apoyo de las fortificaciones de Humaitá e Itapirú.

Tal fue el plan que mantuvo el mariscal F. Solano López, aunque tenía que prever que, con él, extendería el conflicto a la Argentina y al Uruguay, donde los blancos habían sido desalojados del poder por Flores y los brasileños. Después del apresamiento de los barcos en Corrientes, el general Robles procedió a invadir la provincia de Corrientes el 14 de abril y, pasados los pri-meros contingentes, hizo adelantar una vanguardia hacia Empedrado para acumular recursos y proteger la reunión del grueso del ejército, que ascendía a 24.000 hombres, en las proximidades del arroyo Riachuelo.

Dueño de Corrientes, el general Robles organizó su defensa y formó un gobierno adicto, con el nombre de Junta Gubernativa. El gobernador Lagraña había marchado a Empedrado y, al peligrar esa localidad, se dirigió al encuentro de las milicias correntinas en San Roque.

El coronel Fermín Alsina, con milicias de Corrientes, se situó a orillas del río San Lorenzo; y el coronel Nicanor Cáceres, jefe de las milicias de la provincia, marchó desde Santa Lucía a incorporársele, observando entretanto el comportamiento de los paraguayos.

Al mismo tiempo, a lo largo del río Uruguay debía marchar otra columna al mando del coronel Antonio de la Cruz Estigarribia, formada con las tropas reunidas en Itapuá; pero, habiéndose retardado los movimientos, tan sólo el 31 de mayo avanzó desde Pindapoy hacia Santo Tomé. Los coroneles Payba y Reguera recibieron la misión de observar esas fuerzas, en su calidad de jefes de las milicias de los departamentos amenazados, y en Rio Grande do Sul se tomaron disposiciones para defender el territorio contra esa amenaza de invasión.

Preparativos aliados

Al conocer el 16 de abril el gobierno argentino el apresamiento de los buques anclados en Corrientes, se dispuso el bloqueo inmediato de los puertos paraguayos y la movilización de la guardia nacional. Al día siguiente se decretó la movilización de 5.000 guardias nacionales de cada una de las provincias de Corrientes y Entre Ríos, al mando respectivamente de Cáceres y Urquiza. Pero sólo a comienzos de junio se dictó una ley para la organización de un ejército de operaciones de 25.000 hombres. Y como el alistamiento voluntario no diese el resultado deseado, se decidió la conscripción obligatoria para el ejército de línea. La guerra no era popular y la resistencia pasiva y también la activa no tardaron en manifestarse.

Ramón J. Cárcano sintetizó el estado de ánimo de las provincias con respecto a la guerra del Paraguay:

"En la provincia la guerra es impopular y odiosa. Cuando en la plaza pública leen los bandos de los gobernantes, y los tambores recorren la ciudad convocando a la guardia nacional, los hombres huyen a la selva próxima. . No los empuja el terror. -Han nacido y vivido en las batallas. Resisten a Buenos Aires y al Imperio. El Paraguay es el amigo y el vecino histórico, antiguo aliado de los pueblos del litoral, mediador afortunado de la paz de noviembre, después de Cepeda".

Pero la guerra no era impopular solamente en las capas de la población que debían hacerla con su sacrificio personal, sino que compartían y alentaban esa oposición numerosos escritores, periodistas, políticos. Agustín de Vedia y Carlos Guido Spano fundaron el periódico La América, casi expresamente para combatir por la paz y denunciar la política del gobierno; Alberdi, desde el extranjero, clamaba: "Todo el provecho de esta guerra es para el Brasil; toda la pérdida, todo el deshonor, para la Argentina". Olegario V. Andrade, desde El Porvenir de Gualeguaychú; Juan Carlos Gómez, José Hernández y otros hacían coro a la condenación de la guerra fratricida.

El litoral contribuyó relativamente poco a la leva de combatientes para la campaña del Paraguay, y las provincias del interior sólo hicieron llegar escasos y tardíos contingentes. Por ejemplo, en Catamarca, el gobernador Víctor Maubecin reclutó en junio de 1865 un contingente de soldados entre la gente del pueblo. 

Se le dio al batallón el nombre de Libertad y más comúnmente el de Catamarca. Una parte de la tropa, cuando ya estaba a punto de partir, se sublevó para desertar; el movimiento fue dominado por la guarnición local y un consejo de guerra dictó la pena capital para uno de los más culpables y penas de prisión para otros. Después fue posible enviar 350 soldados en diciembre, al mando del coronel Máximo Maroso, núcleo que combatió luego honrosamente desde Tuyutí a Peribebuy y Caraguatay. En todas las provincias interiores hubo dificultades similares y más graves aún Para el reclutamiento de los soldados, en Salta, La Rioja, Córdoba y Santiago del Estero.

En el curso de 1865, fueron adquiridos 9 cañones, 14.000 fusiles, 7.000 carabinas y tercerolas, 11.000 lanzas, 11.000 sables, municiones, etc.

La ganadería de Entre Ríos y Corrientes fue declarada material de guerra y se fijó el precio para su adquisición con destino a las tropas.

Para reunir a los paraguayos descontentos del gobierno de su país se formó una legión especial y fueron firmados contratos para mantener líneas de navegación por el río Paraná a fin de asegurar las comunicaciones y los transportes.

El Brasil ordenó la movilización de la guardia nacional a comienzos de 1865, pero esos contingentes carecían de organización y de instrucción y tenían militarmente sólo un valor potencial. El ejército brasileño se formaría sobre la base del ejército expedicionario en el Uruguay, al mando del general Osorio, con elementos que se remitirían por vía marítima.

Uruguay convocó en mayo de 1865 a la guardia nacional, y se reunió un regimiento de caballería en cada departamento y cuatro batallones; el Brasil facilitó la mayor parte del material de guerra y recursos financieros. El país acababa de poner fin a una larga guerra civil que había agotado sus fuerzas y sus recursos.