Sarmiento hizo entrega del mando a su sucesor el 12 de octubre, mientras a la distancia, en la provincia de Buenos Aires y en las de Cuyo, se luchaba y se moría, en un bando por la libertad y las leyes que habría violado el gobierno, en otro por el acatamiento al poder.
El gobierno de Avellaneda, que se inició con la revolución mitrista, pudo considerar normalizada la situación en los primeros días de enero de 1875.
Bartolomé Mitre, Ignacio Rivas, Jacinto González, Nicasio Ocampo, Benito Machado, Emilio Vidal, Benjamín Calvete, Martiniano Charras y Julián Murga fueron sometidos a consejo de guerra, que, presidido por el general Benito Nazar, condenó a ocho años de destierro a Mitre, a Rivas, Ocampo, González, Machado y Murga. El presidente Avellaneda declaró compensada con la prisión sufrida la pena impuesta a Mitre, González, Vidal y Charras y aminoró en 18 meses el destierro de Rivas, Ocampo y Murga.
Al entregar el gobierno, física y moralmente deprimido, Sarmiento se tomó un breve descanso en su casita de Carapachay, en el Delta; no disponía más que de sus ingresos como coronel. Su administrador le había ahorrado durante su presidencia lo necesario para comprar una casa en la calle Cuyo, hoy Sarmiento, donde instaló su familia.
Pero el descanso terminó pronto; el gobierno, a su pedido, le encargo del arsenal de Zárate que había fundado, y del parque 3 de Febrero, que había sido iniciativa suya, con la oposición de Rawson y otros.
El gobierno de la provincia de Buenos Aires le encomendó la dirección general de escuelas, con entera libertad de acción, y fundó entonces La educación común para encauzar teóricamente e impulsar la promoción de escuelas. Y como si todas esas actividades fuesen pocas, murió por aquella época el senador sanjuanino José María del Carril y Sarmiento fue elegido para ocupar el puesto vacante, incorporándose al Senado en mayo de 1875, mandato que desempeño cinco años consecutivos, hasta su renuncia en 1879.