Sarmiento previó la animosidad de Urquiza a causa de sus virulentos ataques; dos meses antes del asesinato lo visitó en San José; el presidente fue acompañado una comitiva compuesta por el ministro de hacienda, Gorostiaga, por el gobernador de Santa Fe, por los ministros de Estados Unidos, Prusia y España, por el coronel Luis María Campos, el canónigo Piñero, Héctor Varela y otros.
Antes de la visita a Urquiza había estado Sarmiento en Rosario, en compañía de Guillermo Wheelright, empresario del ferrocarril de Rosario a Córdoba; fue invitado a llegar por la vía férrea hasta Fraile Muerto; en esa ocasión decidió que ese nombre fuese sustituido por Bell Ville.
Sarmiento llegó a Concepción del Uruguay el 2 de febrero de 1870 por la noche en el buque de guerra Pavón, con séquito de una cañonera italiana, otra española y otra francesa. En el muelle esperaba Urquiza con algunos amigos, dos batallones de infantería y un regimiento de caballería, que vestían el mismo uniforme con que combatieron en Caseros.
El recibimiento dispensado por el gobernador de Entre Ríos fue cordial y amistoso. Sarmiento exclamó:
"Ahora sí me creo el presidente de la República, fuerte por el prestigio de la ley y el poderoso concurso de los pueblos".
El 3 de febrero los huéspedes lo pasaron en el palacio de San José. La visita presidencial se extendió a la ciudad de Colón y a la colonia San José, donde los progresos de la agricultura admiraron a los visitantes.
Sarmiento había escrito a Urquiza algunas cartas llenas de franqueza y de reflexiones que dejaban en la sombra las antiguas discrepancias; él quería menos gobierno que Urquiza, pero más gobierno que Mitre; tal era su fórmula. Decía en una de sus cartas:
El 15 de septiembre de 1869, “la Municipalidad de Colón y la Colonia ‘San José’ (creada por el prócer de la Organización Nacional)”, invitaron a visitarla al presidente Domingo Faustino Sarmiento, “cuando ya olvidados los rencores y aquietadas las pasiones, los grandes hombres se encontraban unidos por los lazos comunes de la nacionalidad afianzada. Urquiza, vencido en la lucha presidencial, apoyó y sostuvo al Gobierno de Sarmiento, con el prestigio moral y material de que disponía, lealmente ofrecidos, cuyas fuerzas se pusieron al servicio del orden institucional y sirvieron para fortalecer la presidencia del ilustre sanjuanino, algo minada por la oposición tenaz y armada que encabezara Mitre contra su antiguo amigo.”
"Ud. ha tenido el buen tino de someterse al fallo dado por las elecciones; sólo a esta condición es posible el gobierno republicano. En Ud. este acto era una virtud; en el ex presidente era un deber. De Ud. sus adversarios de antes (yo entre ellos) , no debían esperarlo; de nuestro amigo parecía la cosa más natural del mundo. Los roles están cambiados, sin embargo. El viejo caudillo se somete y presta su hombro a su inveterado y constante enemigo, mientras que el amigo y correligionario de treinta años se alza contra las formas legales que dieron a la Repú-blica un presidente que tiene el derecho de ser por todos acatado. Anomalías semejantes darían de nuestro país una triste idea, si el extravío argentino no viniese, como pido, por el acuerdo argentino. Lo que admira es que el enemigo Urquiza acierte y el liberal amigo Mitre yerre".
Cuenta uno de los testigos del encuentro que:
“Urquiza hizo formar cerca de 10.000 hombres, soldados de caballería entrerriana, vestidos con el glorioso uniforme que llevaron en ‘Caseros’: rojo con peto blanco, que los escalonó en el trayecto que une Concepción del Uruguay con su residencia de ‘San José’, pasando por entre ellos en lujosa berlina, la misma que por su orden le hizo construir, años antes, en Londres, su amigo el conocido banquero internacional José de Bushenthal. Así llegaron a ‘San José’, en las primeras horas de una luminosa mañana del 3 de Febrero de 1870. Al final de la avenida de magnolias, al frente de su mansión descendieron del carruaje y avanzaron por el largo camino de lajas entre la magnífica arboleda exótica que la bordea y que en esa ocasión el general hiciera cubrir con pétalos de rosas rojas, quizá como un símbolo de su federalismo, quizá como una irónica reminiscencia hacia su ilustre huésped que no gustaba del rojo. ¡Vaya a saberse! Misterios inescrutables del alma del entrerriano que, a lo mejor, se vengaba en esa forma sutil y amable a la vez, de todos los terribles malos ratos que le hiciera pasar el huésped amigo de hoy…”
“Después de pasar por la avenida tan extrañamente adornada, entran al ‘Jardín Francés’, cuyos pisos de piedra italiana estaban cubiertos de alfombras de Smirna, y llegan a la galería del frente…”
“De allí pasaron al ‘Salón de los Espejos’, ante el asombro incontenible de Sarmiento, deslumbrado, que al ver tales magnificencias creía que soñaba. Y en un gesto tan suyo, espontáneo, como avergonzado de sus pensamientos anteriores, abrazó de nuevo a Urquiza diciéndole la célebre frase que la Historia ha recogido con unción: ‘Ahora sí que me creo presidente de la República’, fuerte por el prestigio de la Ley con el poderoso concurso de los pueblos, emocionado por el cordial y extraordinario recibimiento y por lo que sus ojos, azorados, estaban viendo en la selva entrerriana.”
Urquiza colocó en el dormitorio preparado para Sarmiento una canilla con agua corriente, todo un adelanto tecnológico para la época, en respuesta a la acusación de bárbaro que hacía el sanjuanino a los caudillos en general y a Urquiza en particular.
Sarmiento fue la última visita destacada a la casa", pero aclaró que en la residencia "se alojaron a lo largo del tiempo embajadores, empresarios extranjeros, gobernadores como Bartolomé Mitre o presidentes como Derqui.