Buenos Aires quedó agraviada, pero Derqui fue también vencido y desde entonces pasó a un plano secundario. Fue para todos evidente que la última palabra en la disidencia la tendrían las armas y en ese terreno los dos hombres símbolos de la hora eran Urquiza y Mitre y en ellos se concentró la atención nacional. La reanudación de la guerra civil era fatal y se produjo.
Derqui quedó en la órbita de la gravitación de Urquiza; pudo haber renunciado a la presidencia después del rechazo de los diputados, que fue su derrota, pero se mantuvo resignado en el cargo en la esperanza de ser útil todavía al país. Mitre agotó también todas las posibilidades para evitar el desenlace violento y sangriento. En su última carta a Derqui, antes de declarar rotas las relaciones, el 19 de junio, en vísperas de la partida del presidente para Córdoba, donde formó el ejército del centro para la guerra en perspectiva, carta puesta en sus manos por medio de Marcos Paz, le decía:
"En sus manos se encuentran los destinos de tres repúblicas. Si Vd. se decidiese por una política resuelta y definida, puede salvar las instituciones, constituir verdaderamente la República y, consolidando su autoridad legal, conquistar la gloria imperecedera recogiendo a la par bendiciones de los pueblos, porque nos daría el triunfo sin sangre evitando la disolución y la lucha. Si desgraciadamente Vd. no se decidiera por esa política salvadora, puede hacer mucho daño al país y aun puede inclinar la balanza de los destinos de parte de los verdaderos enemigos de la autoridad emanada de la ley; pero no evitará la lucha o, cuando menos, no evitará la disolución o la anarquía, que van a sobrevenir en presencia de los hechos que se desenvuelven y de la actitud resuelta y vigorosa que va a asumir Buenos Aires. Medítelo bien, tenga la bondad de oír cuanto le diga el señor Paz, y tomando consejos de las disposiciones que en el sentido ya indicado conozco en Vd., así como del verdadero estado y del reconocido poder de que disponen los pueblos, tenga Vd. la fortaleza de salvar a la República, salvando su autoridad legal, antes que comprometer una y otra en una política bastarda de que Vd. será la primera víctima".
Pero antes de llegar la carta a su destino, el gobierno nacional había dado un paso definitivo; el 29 de mayo decretó la aprobación de la conducta del coronel Sáa en San Juan y lo declaró meritorio por los servicios prestados a la patria.
Después de esa decisión ya no se podía volver atrás y tanto Mitre en Buenos Aires y por medio de sus adeptos en las provincias, como Urquiza con la colaboración del vicepresidente Pedernera, se consagraron activamente a la preparación de las fuerzas para la lucha inevitable. Mitre prevenía lealmente a Urquiza el 31 de mayo:
"como prueba de mi lealtad le diré que, en presencia de los sucesos que se desenvuelven y para responder de la difícil situación que me ha tocado, yo me preparo debidamente, como veo que lo hacen todos, porque como se lo he manifestado ya, he estado y estoy dispuesto a todo, y no retrocederé ante ninguna dificultad para sostener lo que yo juzgo bueno y justo, ni economizaré ningún sacrificio lícito para hacerlo triunfar. Y agregaré con este motivo (contestando a una insinuación de su carta) que si bien hasta hoy no he hecho nada, absolutamente nada, para producir ningún movimiento en las provincias del interior, hoy digo que trabajaré en el sentido de un trastorno, que sería igualmente funesto a todos, pero trataré de ponerme de acuerdo con mis amigos para salvar la paz y afianzar las instituciones, prestándole todo el apoyo que debe una provincia federada a sus hermanas en peligro, como lo digo expresamente en mi mensaje especial, y como lo ejecutaría públicamente cuando llegase el caso, pues no he hecho nada, ni nada haré ni diré nada que no pueda confesar a la luz del mediodía". . .