Nació en Buenos Aires el 4 de mayo de 1817, hijo de Juan Nepomuceno Terrero Villarino y Juana Josefa Muñoz de Rávago y García de la Mata. Hacia 1848, Juan Manuel de Rosas lo nombró comisario del ejército de la provincia, y luego secretario privado suyo.
Desde joven debido a que su padre era el mejor amigo del gobernador frecuentó la residencia de Palermo con asiduidad hasta que pasó a ocupar una habitación en ella. Poca importancia se le había dado hasta entonces al discreto enamorado de Manuelita. Sus amigos y parientes conocían esos pálidos amores, pero oficialmente no tenían estado público.
En el famoso baile que el comercio porteño le ofreció el 28 de octubre de 1851, Manuelita se sentó entre las personalidades descollantes, y ni siquiera se mencionó a Máximo entre los concurrentes a la fiesta.
Terrero acompañó al Restaurador de las Leyes a la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, y tomado preso por las fuerzas enemigas fue liberado inmediatamente por orden del general Urquiza. Un oficial de la corbeta sueca “Lagerbjelka” fue el encargado de transmitirle esas noticias a Manuelita, las que le produjeron un gran alivio.
Después de la llegada a Inglaterra de Rosas y su hija, Máximo se reunió con ellos el 6 de mayo decidido a casarse y a soportar el destierro. El 23 de octubre pidieron unirse en matrimonio en la iglesia católica de Southampton (San José, situada en Bugle Street 84). Ambos se instalaron en Hampstead, localidad próxima a Londres. Rosas quedo solo en Southampton, arrendando una granja en la que trabajaba para vivir.
Del matrimonio nacieron dos hijos varones: Máximo Juan Nepomuceno, el 20 de mayo de 1856, y Rodrigo Tomás, el 22 de setiembre de 1858.
Corría el año 1865. Máximo Terrero, su esposa Manuelita Rosas y sus dos hijos pasan los meses estivales junto a Juan Manuel de Rosas, en la granja que éste ultimo poseía en Swathlimg. Allí llega la triste noticia de la muerte de Juan Nepomuceno Terrero. “Con Tatita -escribe Manuelita a Josefa Gómez- hemos acompañado a mi Máximo a llorar”.
La amistad entre el padre de Máximo Terrero y Juan Manuel de Rosas no conoció de flaquezas ni olvidos. Juan Nepomuceno permaneció junto al amigo de infancia, luego socio durante la juventud de ambos, (con quien, junto a Luis Dorrego, montó el primer saladero criollo), hasta el fin de sus días, aún cuando la distancia de dos continentes los separó.
Fue con Juan Nepomuceno con quien Rosas compró y pobló su famosa Estancia “Los Cerillos”; y a él, a quien, en la hora de la desgracia, luego de ser derrotado en Caseros, le confía todo su patrimonio.
La situación económica de Rosas en Inglaterra era harto difícil. La familia Terrero no olvidó al amigo: anualmente, le enviaban 500 libras esterlinas. Muchos otros, que debían incontables favores al ex Gobernador, o habían sido de su amistad, e incluso parientes muy próximos, olvidaron al emigrado.
Máximo Terrero se mantuvo vinculado a los intereses del Plata, y con el uruguayo Francisco Nin Reyes estimuló las experiencias del ingeniero Charles Tellier en la congelación de la carne.
A la muerte de Juan Manuel de Rosas, ocurrida en 1877, Terrero se encontraba en viaje a Buenos Aires. Conoció la infausta noticia por carta de su mujer, donde le describía los últimos momentos de su progenitor.
Como albacea del Restaurador debió hacer luego laboriosas tratativas para la devolución de los bienes propios de su esposa, cuyas gestiones tuvieron amplia publicidad. En 1882, Terrero presentó una solicitud ante el Congreso de la Nación, sobre reclamación de bienes.
El sable de San Martín
Asentado en Southampton, Rosas recibe el sable del Libertador, dándose cumplimiento a lo establecido en la tercera cláusula testamentaria de San Martín de 1844. En su chacra de Burguess Street Farm, Juan Manuel de Rosas tenía exhibida la reliquia dentro de un cofre, en cuya tapa hizo colocar una chapa de bronce en la que estaba grabada la cláusula del testamento ya citado.
En el mismo pueblo inglés, Rosas redacta su testamento político con fecha 28 de agosto de 1862. Allí deja constancia de la distribución total de sus bienes que deja a familiares y amigos de toda la vida. En la cláusula 18, dice: “A mi primer amigo el señor Dn. Juan Nepomuceno Terrero, se entregará la espada que me dejó el Excelentísimo Señor Capitán General Dn. José de San Martín (…) Muerto mi dicho amigo, pasará a su Esposa la Señora Da. Juanita Rábago de Terrero, y por su muerte a cada uno de sus hijos, e hijas, por escala de mayor edad”.
Al morir Rosas el 14 de marzo de 1877, el sable legado quedó en poder de Máximo Terrero, dado que los padres de éste ya habían fallecido. A mediados de 1896, el doctor Adolfo P. Carranza, entonces director del Museo Histórico Nacional, le solicita la repatriación del sable el que, luego de algunas gestiones, salió de Southampton para Buenos Aires el 5 de febrero de 1897 a bordo del vapor “Danube”.