Roca estaba sorprendido por las protestas de julio de 1901, ademas el alejamiento de Pellegrini provocó una crisis de gabinete y obligó a Roca a reorganizar el PAN y durante el resto de su mandato debió cambiar de ministros varias veces, entonces decidió distraer a la opinión pública proponiendo y logrando la sanción de una Ley que establecía una reforma política ideado por el Ministro del Interior, Joaquín V. González: en busca de aumentar la representatividad de los diputados, se reemplazaba el sistema de elecciones por lista completa por una división del país en circunscripciones, en cada una de las cuales se elegiría un diputado.
La reforma electoral del presidente Roca y de su ministro Joaquín V. González, sancionada por el Congreso en 1902, se aplicó en 1904 y fue anulada en 1905 y sustituida por 'la lista única.
Comentando Joaquín V. González la ley proyectada y pronto derogada escribió unos años después:
"Parecía que la brillante y concluyente experiencia nacional del sistema uninominal, en 1904 hubiera debido ser el principio de una nueva era en la historia del sufragio argentino; pero no tardó el espíritu tradicional en levantar el eterno pendón de la resistencia, y después de algunos procesos que hubieron de ser ejemplares y fecundos para la conciencia política del país, alarmados los núcleos gobernantes de las consecuencias liberales e inesperadas del nuevo sistema, lo derogan y vuelven al regresivo de la lista que como un anacronismo injustificable rige aún en el país". . . (1910).
La reforma no ponía término al fraude, pero ofreció dos innovaciones importantes para contrarrestarlo en parte: la descentralización del comicio y el sistema de las circunscripciones. De acuerdo con lo primero, en lugar de concentrar en el atrio de la iglesia todas las mesas receptoras de una parroquia, se diseminaban en su área, de a una ó dos, instalándose en escuelas, colegios, centros culturales, talleres, fábricas, depósitos, establecimientos comerciales, etc.. . . Una vez que las mesas receptoras no se concentraron ya en los atrios de las iglesias, se puso término a las aglomeraciones peligrosas y agresivas habituales hasta entonces y se aceleró enormemente la tarea de los sufragantes.
"Con esta reforma —escribió Nicolás Repetto en sus memorias políticas— el sufragio adquirió carácter de una función pacífica, civilizadora y los días de elecciones se tornaron tan tranquilos que no alteraban en lo más mínimo el carácter ni el ritmo de los días domingos en que se celebraban. Por la segunda de las reformas mencionadas, se introducía el sistema electoral de las circunscripciones, objetable, sin duda, pero cien veces preferible al sistema de las mayorías, y gracias a ella el partido socialista pudo obtener en las elecciones de 1904 su primer representante por el distrito de la Boca".
En el mensaje a las Cámaras acerca de la reforma se daban las razones por las cuales el voto debía ser obligatorio y, además, que tenía que ser secreto, "porque es la única forma de asegurar la independencia cid sufragante y la manifestación personal íntima y exclusiva del ciudadano respecto del electo y en cuyo instante rompe todo linaje de servidumbre o de tendencia, para ser el intérprete primario de la voluntad popular, en ,ese primer grado de alta función republicana que se llama sufragio".
El artículo 84 del proyecto que se enviaba al Congreso establecía como reglas para la emisión del sufragio:
"1. El voto es secreto e inviolable, y toda tentativa para descubrirlo será calificada como fraude electoral y sujeta a la penalidad de esta ley.
"2. Será depositado personalmente por el elector, en boletines de papel blanco doblados en cuatro, impresos o manuscritos, sin ningún signo externo que pueda distinguirlo".
El artículo aprobado dice así: "1. Cada elector presentará al presidente de la mesa su partida cívica v dará el nombre o nombres de las personas por quienes vote, de viva voz o por escrito, o en boletín impreso".
En previsión de lo que podía ofrecer la reforma, el partido socialista y su órgano La Vanguardia, exhortaron a los ciudadanos a concurrir a las urnas y a los extranjeros no naturalizados a tomar carta de ciudadanía.
Las prácticas electorales no eran precisamente apropiadas para que el sufragio fuera una auténtica manifestación de la voluntad de los pueblos. Nicolás Repetto hizo la siguiente exposición:
"Evoco las costumbres electorales que yo conocí en la iniciación de mi vida cívica, cuando las elecciones tenían lugar necesariamente en los atrios de las iglesias y en los juzgados de paz, con tantas mesas escrutadoras como las requería el número de inscriptos en la respectiva parroquia, con aglomeración de votantes, con baluartes estratégicos distribuidos anticipadamente por los partidos y con reyertas que alcanzaban, a menudo, proporciones de verdaderas batallas. El atrio de la iglesia de Balvanera fue transformado, más de una vez, en campo de nutridos tiroteos. Veo como si las estuviera mirando ahora muchas mesas receptoras de votos instaladas en el atrio de la iglesia de San Nicolás, mi parroquia, dirigidas, todas ellas, por el presidente del comicio, a cuyas órdenes se hallaba un buen contingente de vigilantes armados. Los partidos agrupaban a sus partidarios en lugares separados, pero no muy distantes del atrio; los votantes de ca da partido llegaban a las mesas en grupos de seis u ocho y se alternaban para que no hubiera ventaja para ningún bando. Cambiando de saco o de sombrero, no pocos individuos votaban tres, cuatro o hasta diez veces. A los socialistas no se nos concedía turno y nos veíamos obligados a mezclarnos con alguno de los grupos reconocidos para poder aproximarnos a las mesas receptoras de votos."
"El escrutinio se hacía en las mesas, con la presencia de los fiscales y de al público. Sucedía con frecuencia que el partido derrotado apelaba al recurso extremo: el arrebato de las urnas con sus respectivas actas y boletos de voto. Esto originaba siempre escenas de violencia, matizada a veces con disparos de armas de fuego. Un reparto de votos, previamente convenido por los hombres de lucha, no era raro"...