Urquiza, al llegar a la capital, tenía dos caminos: el del asalto con su poderoso ejército, y el de la transacción; pudo, seguramente, dictar la ley en Buenos Aires como vencedor, pero optó por ahorrar las probables jornadas de sangre.
Al día siguiente del encuentro de Cepeda, lanzó Urquiza una proclama al pueblo de Buenos Aires en la que decía:
"Ofrecí la paz antes de combatir y de triunfar. La victoria y dos mil prisioneros tratados como hermanos, es la prueba que os ofrezco de la sinceridad de mis buenos sentimientos y de mis leales promesas.
"No vengo a someteros bajo el dominio arbitrario de un hombre, como vuestros opresores lo aseguran; vengo a arrebatar a vuestros mandones el poder con que os conducen por una senda extraviada, para devolvéroslo; vengo a arrebatar el poder a un círculo que lo ejerce en su provecho, para devolverlo al pueblo que lo usará para su prosperidad.
"Deseo que los hijos de una misma tierra y herederos de una misma gloria no se armen más los unos contra los otros: deseo que los hijos de Buenos Aires sean argentinos". . .
"Desde el campo de batalla, os saludo con el abrazo de hermano. Integridad nacional, libertad, fusión, son mis propósitos".
Los coroneles Lagos, Laprida, Lamela y otros fueron adelantados con divisiones ligeras para contener los saqueos de los dispersos e incorporarlos al ejército, incitando a las poblaciones a pronunciarse por la causa de la Confederación. Así firmaron actas de adhesión y eligieron sus propias autoridades San Nicolás, Baradero, Areco, Pergamino, Arrecifes, Salto, San Pedro, Rojas, Villa Mercedes, San Fernando, San Isidro, Las Conchas, Luján, Morón.
En 1859 Francisco Solano López negociador entre el general Justo José de Urquiza y el general porteño Bartolomé Mitre a la hora de firmar el Pacto de San José de Flores, que introdujo a Buenos Aires en la Constitución Nacional Argentina. López creó buenos lazos de amistad con Urquiza, aunque la mediación fue particularmente dificultosa: en un primer momento ambos gobiernos enviaron representantes a negociar, pero estas fracasaron rotundamente y Urquiza estaba dispuesto a ingresar a Buenos Aires por la fuerza. López le solicita a Urquiza un día más para ingresar a la ciudad e intentar personalmente una última negociación antes de la invasión y efectivamente, cuando Urquiza entra en Buenos Aires el gobierno había renunciado.
Desde su cuartel en marcha sobre Luján, dictó Urquiza un decreto de amnistía e indulto general. El 3 de noviembre las avanzadas de su ejército llegaron hasta Flores y el puerto de Obligado, cerca de Palermo; cuatro díis después acampó allí Urquiza con el grueso de sus tropas, unos 20.000 hombres, que distribuyó a lo largo de la línea de fortificaciones; poco antes habían llegado por el río los salvados de Cepeda. En todo el curso de las guerras civiles no se había reunido un ejército tan numeroso.
En la ciudad sitiada por segunda vez había también división entre los que deseaban la paz inmediata y la reincorporación de Buenos Aires a la Confederación y los que mantenían el odio irreconciliable a Urquiza; sobre todo las esferas gubernamentales se mantenían firmes en la oposición y en la disposición para la lucha. Esos círculos gubernamentales eran reforzados por el cordobés Vélez Sarsfield, el sanjuanino Sarmiento, el tucumano Nicolás Avellaneda, el uruguayo Juan Carlos Gómez.
Urquiza, al llegar a la capital, tenía dos caminos: el del asalto con su poderoso ejército, y el de la transacción; pudo, seguramente, dictar la ley en Buenos Aires como vencedor, pero optó por ahorrar las probables jornadas de sangre.
El Pacto de San José de Flores, a veces denominado también Pacto Unión San José de Flores, Pacto de Unión Nacional, Convenio de Unión o Pacto de Familia, fue un "convenio de paz y unión" firmado entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires el 11 de noviembre de 1859, luego de la victoria de la Confederación en la Batalla de Cepeda. Mediante el Pacto la provincia de Buenos Aires se declaró parte de la Confederación Argentina y se comprometió a aceptar la Constitución de 1853, luego de que una convención constituyente especial analizara las reformas propuestas por la provincia. Aún sin mencionar expresamente la eventual federalización de la Ciudad de Buenos Aires que disponía la Constitución de 1853, el Pacto reconoció la integridad territorial de la provincia, aceptando que cualquier división de la misma debía ser consentida por la legislatura provincial.
El Pacto de San José de Flores fue complementado pocos meses después por el Convenio Complementario del 6 de junio de 1860 y ejecutado el 25 de septiembre de dicho año, al realizarse la reforma constitucional de 1860.
Francisco Solano López esperaba en Buenos Aires una respuesta a sus gestiones para lograr un armisticio y discutir propuestas de paz. No se sabía nada de lo ocurrido en Cepeda ni de Urquiza.
Pero el 27 de octubre después del largo silencio, López recibió una notificación del gobierno de Buenos Aires según la cual le reconocía los servicios que había prestado y el empeño que había puesto en el éxito de la mediación y le facilitaba los medios para comunicarse con el general Urquiza, dondequiera que se hallase. Puso entonces en conocimiento del general en jefe del ejército de la Confederación que el gobierno de Buenos Aires estaba dispuesto a enviar comisionados para tratar acerca de la paz. Desde el cuartel general en marcha sobre Luján, Urquiza hizo saber a Francisco Solano López que recibiría a los comisionados.
El mediador comunicó en seguida al gobernador la buena disposición de Urquiza; los comisionados se reunirían en lugar neutral, según fuese la posición que ocupase el general: Morón, San José de Flores, San Justo o San Isidro. El gobierno porteño puso a disposición del mediador el ferrocarril a cualquier hora del día o de la noche para facilitar su movilidad; el ferrocarril llegaba desde la plaza del Parque, actual plaza Lavalle, hasta Flores.
El 2 de noviembre fueron nombrados por el gobierno de Buenos Aires comisionados para tratar con los de Urquiza, Juan Bautista Peña, Carlos Tejedor y Antonio Cruz Obligado. Por parte del presidente de la Confederación fueron designados los generales Tomás Guido
y Juan E. Pedernera y el diputado Daniel Aráoz. Para realizar la primera conferencia se fijó la chacra de Monte Caseros y en ella se formularon como proposiciones de la Confederación las dos siguientes:
Una vez firmado el convenio y ratificado, Urquiza dirigió una proclama al pueblo de Buenos Aires:
" . . . No creí que el triunfo de Cepeda, ni las probabilidades de una nueva victoria, dificultaran los esfuerzos para una transacción. . Interpreté los sentimientos de todos los patriotas, de todos los hombres sensatos, de todos los partidos, de todos los hijos de la tierra y de todos los extranjeros también. . . Es lleno de gozo, de dulce orgullo, que proclamo la paz al pueblo de Buenos Aires, seguro del voto nacional y de las simpatías del mundo entero. La integridad nacional está salvada. La fusión, la tranquilidad del importante pueblo de Buenos Aires, cuenta con bases convenientes que la sensatez y el patriotismo de sus hijos pueden hacer fecundas. Jamás he sentido más dulce emoción que en este momento en que puedo gloriarme de haber ofrecido un ejemplo de moralidad política poco común en la historia de nuestras guerras, pero que la civilización actual reclama. . .¿Qué nos han dado cuarenta arios de lucha? Arruinar al país y cosechar horrores. . . No más unitarios ni federales . . . Al retroceder mis armas de la populosa ciudad y poner mi firma en el tratado de paz, creo borrar todas las calumnias que se han lanzado contra mi nombre, y probar al pueblo de Buenos Aires que amo y celo sus intereses y sus derechos de pueblo argentino. . . Ha triunfado la nación y ha triunfado la campaña y la ciudad de Buenos Aires. Este es para mí el mayor de los triunfos porque es el triunfo de todos. . ."
Las actas levantadas fueron firmadas por los secretarios Delfín B. Huergo, J. M. de la Fuente y Benigno López, y por el mediador Francisco Solano López. Se acordó continuar las conferencias al día siguiente, 6 de noviembre, en San José de Flores.
El mediador, para facilitar la tarea, propuso a la consideración de los comisionados un proyecto de convenio de quince artículos que fue aprobado en general. Se planteó el cambio del personal del gobierno de Buenos Aires para garantizar la tranquilidad en la provincia y la libertad del sufragio en las elecciones; se creía que el doctor Alsina haría el patriótico sacrificio de dejar el gobierno antes de firmar una convención de paz a que antes se había opuesto obstinadamente. Y ese cambio no alteraría en nada las instituciones de la provincia, pues el presidente del Senado, Felipe Llavallol, podría formar provisoriamente el gobierno de ambas partes.
Ésa fue la respuesta de la Confederación a la originaria de Alsina, formulada en texto con las firmas de Vélez Sarsfield y José Mármol para que antes de tratar bases de arreglo, renunciase el general Urquiza a la presidencia y se retirase a la vida privada.
Los comisionados de Buenos Aires se negaron a examinar la proposición de la renuncia de Alsina, pero al fin consintieron en llevar a su gobierno los puntos presentados por los comisionados de la Confederación.
En la tercera reunión, el 7 de noviembre, los comisionados confederados quisieron conocer la respuesta del gobierno de Buenos Aires a las tres proposiciones concretas del día anterior:
Según los comisionados de Buenos Aires, su gobierno se negaba a tratar los puntos primero y tercero.
Siguió un largo debate y los comisionados de la Confederación insistieron en que las proposiciones hechas eran indeclinables; los de Buenos Aires pidieron tiempo para consultas.
Tratado de Paz entre el gobierno de Buenos Aires representado por Mitre y la Conferación Argentina realizada en San José de Flores
El mediador había logrado que fuesen admitidas las cláusulas de paz antes del planteo de la cuestión personal de Urquiza y Alsina; los que propusieron como medida previa la renuncia de Urquiza a la presidencia y su retiro a la vida privada, hallaron como réplica la exigencia de la renuncia del gobernador Alsina y de su ministro Vélez Sarsfield como hecho previo a la firma del convenio.
El 8 de noviembre no hubo reunión de los comisionados; la negociación de paz quedó interrumpida por el gobierno de Buenos Aires. El mediador pasó al campamento de Urquiza para allanar dificultades y regresó a media noche poniéndose en contacto inmediatamente con el gobierno de Buenos Aires. Las condiciones de Urquiza eran indeclinables. Como no hubiese recibido a las seis de la mañana del día siguiente ninguna respuesta del gobierno, resolvió ver nuevamente a Urquiza y se encontró ya con fuertes contingentes de tropas en marcha hacia la ciudad, a las que se preparaba y distribuía municiones para el ataque y el asalto.
Francisco Solano López consiguió que Urquiza suspendiese la marcha y que esperase hasta el oscurecer para ver si en ese lapso se reanudaba la negociación. Regresó a la capital con esa concesión del presidente y pidió al gobierno que le contestara para evitar el derramamiento de sangre y el luto de la patria. Entre las nuevas condiciones de Urquiza ya no figuraba la renuncia de Alsina, sino que se limitaba a pedir la de Vélez Sarsfield. Pero al comunicar esa exigencia, Alsina había ya renunciado y se hacía cargo del gobierno el presidente del Senado, Felipe Llavallol. El entredicho quedó resuelto, según las estipulaciones de Urquiza, cuando había reducido sus demandas al retiro de Vélez Sarsfield solamente. La asamblea legislativa fue la que acordó pedir la renuncia del gobernador.
Refiriéndose al pacto de San José de Flores, muchos arios después, en 1878, decía Mitre en el Congreso nacional:
"Mal ha podido ni puede despertar iras en mí el pacto del 11 de noviembre; por el contrario, lo he bendecido y lo bendigo: ha sido un tratado de paz, de amor, de unión, en que por la primera vez toda la familia argentina se vio reunida por un solo sentimiento, con un solo gobierno y una sola ley, y a este resultado me tocó la fortuna de contribuir."
Las conferencias se reanudaron el 9 de noviembre. Los comisionados de Buenos Aires, Carlos Tejedor y Juan B. Peña, presentaron nuevos poderes.
Se trató entonces de la participación de la provincia en la inmediata elección de presidente y se llegó a un acuerdo, así como sobre los jefes y oficiales dados de baja en 1852. Como garantía del cumplimiento del convenio, se pidió la mediación del Paraguay y el mediador ofreció la garantía moral.
La conferencia continuó en San José de Flores el 10 de noviembre para finalizar el acuerdo con la redacción del convenio de paz.
Volvió a discutirse la necesidad de una garantía, no sólo moral, del cumplimiento del pacto; y con esa garantía se deseaba estrechar más las relaciones entre la Argentina y el Paraguay, lo mismo que con los demás Estados limítrofes. Al final, la conferencia fue mantenida en un tono cordial y el mediador hizo resaltar que se había llegado a la paz sin mengua alguna de los beligerantes.
El pacto se firmó el 10 de noviembre y contiene los siguientes puntos:
1º Buenos Aires se declara parte integrante de la Confederación Argentina y verificará su incorporación por la aceptación y jura solemne de la Constitución nacional.
2º Dentro de veinte días de haberse firmado el presente convenio, se convocará una Convención provincial que examinará la Constitución de mayo de 1853, vigente en las demás provincias argentinas.
3° La elección de los miembros que firmarán la Convención se hará libremente por el pueblo, y con sujeción a las leyes que rigen actualmente en Buenos Aires.
4º Si la Convención provincial aceptase la Constitución sancionada en mayo de 1853, y vigente en las demás provincias, sin hallar nada que observar en ella, la jurará Buenos Aires solemnemente en el día y forma que esa Convención provincial designare.
5º En el caso de que la Convención provincial manifieste que tiene que hacer reformas en la Constitución mencionada, esas reformas serán comunicadas al gobierno nacional para que, presentadas al Congreso federal legislativo, decida convocar a una Convención ad-hoc que las tome en consideración, y a la cual la provincia de Buenos Aires se obliga a enviar sus diputados con arreglo a su población, debiendo acatar lo que esta Convención así integrada decida definitivamente, salvándose la integridad del territorio de Buenos Aires, que no podrá ser dividido sin el consentimiento de su legislatura.
6° Interin llegue la mencionada época, Buenos Aires no mantendrá relaciones diplomáticas de ninguna clase.
7º Todas las propiedades de la provincia que le dan sus leyes particulares, como sus establecimientos públicos de cualquier clase y género que sean, seguirán correspondiendo a la provincia de Buenos Aires y serán gobernados y legislados por la autoridad de la provincia.
8° Se exceptúa del artículo anterior la Aduana, que, como por la Constitución federal corresponden las aduanas exteriores a la Nación, queda convenido, en razón de ser casi en su totalidad las que forman las rentas de Buenos Aires, que la Nación garantiza a la Provincia de Buenos Aires su presupuesto de 1859 hasta cinco arios después de su incorporación, para cubrir sus• gastos, inclusive su deuda interior y exterior.
9º Las leyes actuales de Aduanas de Buenos Aires sobre el comercio exterior, seguirán rigiendo hasta que el Congreso nacional, revisando las tarifas de aduana de la Confederación y Buenos Aires, establezca las que han de regir para todas las aduanas exteriores.
10º Quedando establecido por el presente pacto un perpetuo olvido de todas las causas que han producido nuestra desgraciada desunión, ningún ciudadano argentino será molestado por hechos u opiniones políticas durante la separación temporal de Buenos Aires, ni confiscados sus bienes por las mismas causas conforme a las Constituciones de ambas partes.
11º Después de ratificado este Convenio, el ejército de la Confederación evacuará el territorio de Buenos Aires dentro de quince días, y ambas partes contratantes reducirán sus armamentos al estado de paz.
12º Habiéndose hecho ya en las provincias confederadas la elección de presidente, la provincia de Buenos Aires puede proceder inmediatamente al nombramiento de electores para que verifiquen la elección de presidente hasta el 10 de enero próximo, debiendo ser enviadas las actas electorales antes de vencido el tiempo señalado para el escrutinio general, si la provincia de Buenos Aires hubiese aceptado sin reserva la Constitución nacional.
13º Todos los generales, jefes y oficiales del ejército de Buenos Aires dados de baja en 1852 y que estuviesen actualmente al servicio de la Confederación, serán restablecidos en su antigüedad, rango y goce de sus sueldos, pudiendo residir en la provincia o en la Confederación, según les conviniere.
14º La República del Paraguay, cuya garantía ha sido solicitada tanto por el Excmo. señor presidente de la Confederación Argentina, cuanto por el Excmo. gobierno de Buenos Aires, garante el cumplimiento de lo estipulado en este convenio.
15º El presente convenio será sometido al Exmo. señor presidente de la República del Paraguay para la ratificación del artículo precedente en el término de cuarenta días, o antes si fuere posible.
El Convenio se firmó en San José de Flores el 11 de noviembre de 1859; lo firman, el mediador paraguayo, Francisco Solano López; Tomás Guido, Juan E. Pedernera y Daniel Aráoz, por la Confederación, y Carlos Tejedor y Juan Bautista Peña, por Buenos Aires.
La ratificación lleva la firma de Urquiza y Victorica, por la Confederación, y las de Felipe Llavallol, Carlos Tejedor y Juan A. Gelly y Obes, por Buenos Aires.
Una vez firmado el convenio y ratificado, Urquiza dirigió una proclama al pueblo de Buenos Aires:
" . . . No creí que el triunfo de Cepeda, ni las probabilidades de una nueva victoria, dificultaran los esfuerzos para una transacción. . Interpreté los sentimientos de todos los patriotas, de todos los hombres sensatos, de todos los partidos, de todos los hijos de la tierra y de todos los extranjeros también. . . Es lleno de gozo, de dulce orgullo, que proclamo la paz al pueblo de Buenos Aires, seguro del voto nacional y de las simpatías del mundo entero. La integridad nacional está salvada. La fusión, la tranquilidad del importante pueblo de Buenos Aires, cuenta con bases convenientes que la sensatez y el patriotismo de sus hijos pueden hacer fecundas. Jamás he sentido más dulce emoción que en este momento en que puedo gloriarme de haber ofrecido un ejemplo de moralidad política poco común en la historia de nuestras guerras, pero que la civilización actual reclama. . .¿Qué nos han dado cuarenta arios de lucha? Arruinar al país y cosechar horrores. . . No más unitarios ni federales . . . Al retroceder mis armas de la populosa ciudad y poner mi firma en el tratado de paz, creo borrar todas las calumnias que se han lanzado contra mi nombre, y probar al pueblo de Buenos Aires que amo y celo sus intereses y sus derechos de pueblo argentino. . . Ha triunfado la nación y ha triunfado la campaña y la ciudad de Buenos Aires. Este es para mí el mayor de los triunfos porque es el triunfo de todos. . ."
Ni una palabra de rencor, ni una amenaza, ni un sentimiento de orgullo. Se retiró de Buenos Aires confiando en el cumplimiento del convenio firmado, como él se comprometía a cumplir lo prometido en nombre de la Confederación.
Un decreto del gobierno federal del 20 de noviembre reconoció a Urquiza como "fundador de la unión nacional y la República Argentina, constituida bajo la ley federal del 19 de mayo de 1853".
Por su parte, Mitre tuvo que hacer frente al descontento y a la irritación de los vencidos y dirigió cuatro días después del convenio una orden del día al ejército de Buenos Aires:
"Soldados del ejército de la capital: La paz está afianzada por la fuerza de vuestras bayonetas. El ejército que os amenazaba no ha podido imponeros la ley de la violencia, ni destruir el orden de cosas creado por vuestra soberana voluntad, pues por el tratado que ha firmado, y que el gobierno ha puesto bajo vuestra salvaguardia, reconoce plenamente vuestra soberanía, deja el derecho y la fuerza en las mismas manos en que los encontró, y se obliga a evacuar el territorio del Estado sin pisar el recinto sagrado de la ciudad de Buenos Aires..."
Son frases calculadas para impresionar el orgullo localista herido. Dijo más adelante:
"Mostraos dignos de la paz, como os habéis mostrado dignos de los grandes y dolorosos sacrificios de la guerra. Aceptad con nobleza la posición que los sucesos nos han creado, sin altanería, pero sin debilidad. Seamos fieles a los compromisos que hemos contraído; mantengámonos unidos, y probemos con nuestros hechos que al ingresar nuevamente a la gran familia argentina, lo hacemos con nuestra bandera, con nuestros hombres, con los mismos principios que hemos sostenido por el espacio de siete arios, dispuestos a sostenerlos con energía en las luchas pacíficas de la opinión, y a defenderlos aun a costa de nuestras vidas, si la violencia pretendiese atacarlos."
Refiriéndose al pacto de San José de Flores, muchos arios después, en 1878, decía Mitre en el Congreso nacional:
"Mal ha podido ni puede despertar iras en mí el pacto del 11 de noviembre; por el contrario, lo he bendecido y lo bendigo: ha sido un tratado de paz, de amor, de unión, en que por la primera vez toda la familia argentina se vio reunida por un solo sentimiento, con un solo gobierno y una sola ley, y a este resultado me tocó la fortuna de contribuir."
El ministro paraguayo mediador fue objeto de múltiples expresiones de gratitud por parte del gobierno de Buenos Aires; Urquiza lo recibió en su residencia de San José y le obsequió como recuerdo la espada que ceñía en Cepeda.
En el pacto se había establecido el plazo de veinte días, a partir de la firma del mismo, para convocar la convención que habría de examinar la Constitución nacional. Urquiza cumplió en el acto su compromiso de retirarse con su ejército, pero el gobierno de Llavallol no se apresuró a hacer la convocatoria a que se había obligado. Francisco Solano López se entrevistó con el gobernador y con el ministro Tejedor. Éste explicó que la demora respondía a circunstancias reales que la justificaban, pero que, allanadas las dificultades, no había motivos para el incumplimiento del convenio.
Hubo muchos inconvenientes en el camino de la convención provincial que establecía el pacto del 11 de noviembre, pero al fin fueron vencidos y pudo reunirse el 5 de enero de 1860 y dio término a sus sesiones el 11 de mayo.
Santiago Derqui se hizo cargo de la presidencia de la Confederación el 5 de marzo. Es probable que. Urquiza hiciese valer su influencia para que resultase electo, pues respondía a la política que él mismo había practicado.