La situación en 1824

A comienzos de 1824, la situación de los realistas era indudablemente mucho más ventajosa que la de los patriotas, después de haber destrozado dos expediciones importantes: la de Alvarado y la de Santa Cruz. El virrey La Serna disponía de 18.000 hombres, integrados por un ejército de 9.000 en el valle de Jauja al mando de Canterac, otro de 3.000 entre Puno y Arequipa a las órdenes de Valdés y Carratalá; otro de 1.000 en Cuzco y el de Olañeta en el Alto Perú, de 2.500 hombres. Además, destacamentos en diversos lugares de la zona central y meridional. Los patriotas en ese momento disponían de 9.400 hombres, de ellos 1.300 argentinos, 3.000 peruanos y 4.000 colombianos Bolívar estableció su cuartel general en Pativilca, 187 kilómetros al norte de Lima, en espera de nuevos refuerzos que había pedido al congreso de Colombia.


Sublevación del Callao.

 La situación se agravó para los independientes por la sublevación de la guarnición del Callao. En enero de 1824, Bolívar había dispuesto que la plaza del Callao, al mando del general Alvarado, fuese guarnecida por el regimiento Río de la Plata, un batallón de los Andes, una brigada de artillería chilena, una compañía colombiana y los cuadros de un batallón peruano.

Los soldados de las Provincias Unidas llevaban ya siete años fuera de su país, mal alimentados, mal vestidos, víctimas de enfermedades, con los sueldos impagos; su disciplina se había resentido por todo ello y por el alejamiento de los jefes de mayor prestigio: San Martín, Las Heras, Álvarez de Arenales, etc. Se hizo un pago de sueldos a los oficiales y las tropas hacía cinco meses que no recibían nada y se sublevaron el 4 de febrero, encabezadas por el sargento mendocino Moyano, y por el porteño Oliva, ambos del regimiento Río de la Plata. Su ejemplo fue imitado por las otras unidades, que apresaron al general Alvarado y a los otros oficiales y los encerraron en los calabozos de la fortaleza.
Moyano asumió la jefatura de la insurrección, pero no sabiendo luego qué hacer después del triunfo, buscó la ayuda de uno de los prisioneros españoles, el coronel José María Carriego, preso en una de las casamatas de la fortaleza. Carriego persuadió a los amotinados de que debían plegarse a las filas realistas, solución que fue admitida. Los prisioneros españoles fueron liberados, tomaron el mando de los sublevados y se comunicaron con Canterac. La bandera peruana fue arriada en los castillos e izada la española en su lugar. El centinela que se hallaba en el pabellón de casamatas, Antonio Ruiz, el negro Falucho, de acuerdo con la tradición, recibió órdenes de presentar armas al pabellón español y se negó a hacerlo, siendo fusilado en el acto; habría caído al grito de

¡Viva Buenos Aires!

Últimamente, en un relato en lengua francesa hallado en el Perú, en el que se narra la vida del espía de San Martín, Fernando López Saldana, se menciona a un negro Falucho en la sublevación del Callao, y esa narración corrobora la noticia dada por Mitre.

Los granaderos a caballo, estacionados en Laurin, se unieron a los amotinados del Callao, con excepción de 120 de ellos, que permanecieron fieles a la causa de la independencia, participando en las últimas campañas; de ellos sólo regresaron al país natal 60 y únicamente 7 a los antiguos cuarteles de Retiro, de donde habían salido. Independientemente de esa sublevación, Torre-Tagle, que quería oponerse a la autoridad inflexible de Bolívar, entró en arreglos con los realistas y pasó también a sus filas con algunas tropas peruanas.


Lima y el Callao vuelven a manos de los realistas

Cuando Canterac se enteró de los acontecimientos en la fortaleza, envió al brigadier Monet con una división y al coronel Rodil con otra, con instrucciones para apoderarse de Lima y ocupar el Callao. Las unidades leales de los patriotas que habían quedado en la capital eran insuficientes para cualquier resistencia seria y se retiraron a las órdenes del general Mariano Necochea, siguiendo instrucciones de Bolívar, y se dirigieron a Pativilca. Monet entró en Lima sin lucha y el coronel Rodil tomó posesión de la fortaleza del Callao.

Sorteo de Matucana

Monet volvió a retirarse de Lima el 18 de marzo y el Callao quedó en poder de Rodil. Al retirarse a Jauja llevó a los oficiales patriotas apresados por los sublevados del Callao. En la tercera noche de marcha, en el lugar llamado Matucana, se fugaron de la columna el mayor Estomba y el capitán, Luna. El jefe español ordenó que fuesen fusilados dos de los prisioneros en reemplazo de los fugados y se dispuso, al efecto, un sorteo entre los mismos. El sorteo fue interrumpido por los oficiales Juan Antonio Prudan, porteño, y Domingo Millán, tucumano, que se declararon culpables de la fuga y asumieron toda la responsabilidad; aunque sus compa-ñeros quisieron que continuase el sorteo, los dos se opusieron y fueron fusilados en el acto.

Bolívar inicia las operaciones.

Bolívar se repuso en Pativilca de una enfermedad grave que le había atacado. Entretanto, ya en mayo de 1824 disponía de un ejército de 10.000 hombres, que organizó y equipó con los recursos que pudo extraer del Perú. Formó tres divisiones de infantería a las órdenes, respectivamente, de José María Córdoba, Jacinto Lara y José La Mar, y una de caballería al mando de Mariano Necochea. Sucre fue designado jefe del estado mayor.

En los primeros días de junio inició Bolívar las operaciones, aprovechando el conflicto que había surgido en las Bolívar inicia las operaciones. Bolívar se repuso en Pativilca de una enfermedad grave que le había atacado. Entretanto, ya en mayo de 1824 disponía de un ejército de 10.000 hombres, que organizó y equipó con los recursos que pudo extraer del Perú. Formó tres divisiones de infantería a las órdenes, respectivamente, de José María Córdoba, Jacinto Lara y José La Mar, y una de caballería al mando de Mariano Necochea. Sucre fue designado jefe del estado mayor.

En los primeros días de junio inició Bolívar las operaciones, aprovechando el conflicto que había surgido en las filas realistas. Olañeta, monárquico absolutista, se había rebelado contra la autoridad del virrey La Serna y sus colaboradores, de inclinación liberal; de ese modo privó al virrey de 2.500 hombres, y Valdés recibió orden de combatirlo, reduciéndose así el poderío de los españoles frente al de los patriotas.

El ejército de operaciones se concentró en el cerro de Pasco. El 1 de agosto las tropas independientes se hallaban agrupadas y listas para entrar en acción.