Desembarco en Huaura

Entre el 10 y el 12 de noviembre de 1820, San Martín Matorras desembarca junto a sus tropas en las playas de Huaura y establece su cuartel general en el pueblo del mismo nombre, escogido precisamente por ser considerado un enclave político-militar, por ser una salida privilegiada hacia el norte y por la abundancia de sus recursos

El desembarco

El ejército expedicionario volvió a levar anclas en la bahía de Ancón el 9 de noviembre y se dirigió al puerto de Huacho, 150 km al norte del Callao; allí desembarcaron todas las fuerzas y se instalaron en el valle de Huaura, con los flancos apoyados en la sierra y en el mar, avanzadas en Retes y Chancay y la reserva en Supe.

La posición era ventajosa para los patriotas, pues cortaba las comunicaciones entre Lima y las provincias septentrionales, la mejor zona agrícola del virreinato; además permitía avanzar sobre Lima oportunamente o retirarse en caso necesario, o bien operar en combinación con Alvarez de Arenales, tanto ofensiva como defensivamente. Fue ocupado el departamento de Huaylas y los 60.000 habitantes de la sierra se declararon por la independencia, lo mismo que todos los pueblos del norte.

El virrey Pezuela concentró los 7.000 hombres del ejército de Lima en Aznapuquio, 30 km al norte de la ciudad, con una vanguardia de las tres armas, de 2.000 hombres en total, sobre la línea de Chancay para cerrar el acceso a la capital. A esa vanguardia pertenecía el batalla Nu-mancia, integrado por americanos, al mando del teniente coronel colombiano Tomás Heres, que entró en comunicación con los patriotas del ejército libertador para sublevarse y pasar a sus filas; San Martín comisionó al coronel Rudecindo Alvarado con 700 jinetes para que protegiese la defección de esa unidad.

Campaña de San Martin en Perú

Combate de la playa de Pescadores.

Alvarado tomó el camino de la costa y llegó a Huachi el 24 de noviembre y desde allí despachó al teniente Juan Pascual Pringles con 18 granaderos a caballo con instrucciones para los oficiales del batallón Numancia. 

Pringles llegó a la caleta de Pescadores y desde allí debía remitir las instrucciones de que era portador con un emisario y esperar la respuesta en el lugar, pero no debía entablar combate en caso de encontrarse con fuerzas enemigas.

Pringles llegó al amanecer del 27 de noviembre a Pescadores y fue atacado de improviso por partidas de caballería enemiga, a las que seguía el Numancia. Olvidando las instrucciones de Alvarado, se lanzó contra un destacamento de dragones muy superior en número a sus 18 gra-naderos, y fue rechazado; al retroceder, le cerró el paso otro destacamento de caballería enemiga que apareció a su espalda. Intentó abrirse paso a la fuerza y fue totalmente deshecho en el encuentro; de sus granaderos no le quedaron más que cuatro y, antes que rendirse, prefirió arrojarse al mar seguido por los sobrevivientes.

Gerónimo Valdés, jefe de las fuerzas realistas, asombrado ante el gesto de Pringles, le ofreció una rendición honrosa y éste la aceptó cuando su caballo estaba ya casi cubierto por las olas.

Se malogró entonces la defección del batallón del teniente coronel Heres, pero se produjo unos días después cuando Valdés ordenó el repliegue de la vanguardia al advertir la presencia de la caballería de Alvarado; el de diciembre el batallón se sublevó con sus 650 hombres. San Martín lo incorporó provisoriamente a las fuerzas expedicionarias, pero lo consideró perteneciente al ejército de Colombia.

COMBATE DE CHANCAY O DE LOS PESCADORES

El 24 de noviembre de 1820 destaca al teniente Juan Pascula Pringles, para que al mando de 15 granaderos, se dirija a la caleta de pescadores, con la orden de, “no combatir y replegarse” ,ante la presencia de tropas enemigas. Al día siguiente, esta patrulla alcanza el lugar indicado y sorpresivamente es atacada por la vanguardia del ejército realista, compuesta por un regimiento de caballería, reforzado con dos piezas de artillería. al mando del coronel Gerónimo Valdés. Pringles, en vez de retirarse como era la orden recibida, se lanzó al ataque de los españoles, sin pensar en las consecuencias de esta temeraria acción. Como era de esperar, la tremenda superioridad numérica de su adversario,lo obligó a retirarse. Pero al hacerlo se ve detenido por otra fuerza enemiga que se lo impide. Sin dejar de combatir y decidido a no rendirse, habiendo sido muertos tres de sus hombres y heridos otros once (entre los que él mismo se contaba), seguido por los sobrevivientes, Pringles, con los sobrevivientes se dirige hacia la costa de las playas de Chancay, bañadas por el Pacífico y se internan en el mar con sus cabalgaduras. El coronel Valdés, impresionado por este acto de heroísmo, acudió de inmediato al lugar y ordenó el salvataje de esos hombres que habían decidido su muerte antes que la rendición. Rescatados Pringles y sus hombres, cuando ya las aguas comenzaban a cerrarse sobre sus cabezas, se le ofreció una capitulación honrosa, se les dio garantía de vida y fueron dejados en libertad.