La guerra civil uruguaya, en la cual se disputaron el poder Fructuoso Rivera y Manuel Oribe, comprometió los recursos y la atención de la Argentina durante muchos años. Rosas se inclinó por Oribe, como respuesta a la adhesión a Rivera de los emigrados argentinos en Uruguay. Oribe pidió ayuda a Rosas y éste se la proporcionó.
La guerra civil se ha apoderado del escenario en ambas márgenes del Río de La Plata. En la Banda Oriental, el general Fructuoso Rivera, que fue electo presidente en 1830, se ha sublevado contra el actual gobierno de Manuel Oribe.
Las razones esgrimidas han tenido que ver con las elecciones para alcaldes ordinarios que se han producido en enero de este año, sin embargo, es conocido que el comandante general de campaña tiene otros motivos para levantarse en armas contra su antiguo aliado.
Manuel Oribe, miembro de esa elite urbana de Montevideo que ha sido postergada bajo la Influencia de los caudillos de la campaña, desconociendo los términos impuestos por Rivera ha ido a buscar apoyo en Buenos Aires.
Lentamente su lealtad pasó del unitarismo de Rivadavia al federalismo de Juan Manuel de Rosas. Frente a ello, y apoyado ahora por los antirrosistas desterrados, revolucionarios de Rio Grande y por la plebe rural, Fructuoso Rivera se dispone a terminar con el gobierno actual.
En julio de 1836 Rivera, agraviado por el resultado a los que arribó una comisión nombrada para examinar las cuentas de su período de gobierno fue destituido del cargo de comandante y recurrió a las armas, por otro lado, el bloqueo impuesto por una flota francesa a Buenos Aires, gobernada por su aliado en este conflicto, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, dejó incomunicado al presidente Oribe. Presionado desde el río y sitiado en la capital, Oribe presentó, dejando sentada su protesta y legitimidad del cargo que le obligaban a abandonar, su renuncia el 24 de octubre de 1838.
Cuenta para esto con la diplomacia francesa que pretende golpear con esta acción al Buenos Aires rosista. En Montevideo el conflicto ha puesto en evidencia que el ensayo constitucional de los años 30 no ha servido demasiado para aquietar los intereses en pugna.
Dos bandos se perfilan en la escena política: los blancos, que han tomado esta divisa de las vinchas utilizadas por los patriotas en 1811 y han puesto su seña en vestidos y sombreros junto al lema "defensores de la ley"; y los colorados, opositores al gobierno actual, cuyos ponchos rojos han servido ele seña.
De esta forma, blancos, y en tono peyorativo "blanquillos", fueron designados los partidarios del gobierno; colorados, y en igual tono peyorativo "tiznados", fueron denominados los contrarios, que a si mismos se llaman constitucionales.
Para desmérito del orden constitucional, la solución militar se impone y el 19 de septiembre de este año ambos bandos se han cruzado en acción de guerra a orillas del arroyo Carpintería, departamento de Durazno, detentando las divisas en sus sombreros. Los adeptos a Manuel Oribe fueron acaudillados por su hermano y triunfaron sobre la intentona revolucionaria.
No caben dudas de que la militarización de la política y la ruralización de la sociedad impregnan el funcionamiento del nuevo orden. Blancos y colorados se perfilan como expresión de dos formas de pensar la política, organizar la economía y articular la sociedad en este Uruguay pastoril y caudillista que comienza a emerger después de las guerras de independencia.