A poco de amanecer el 3 de febrero de 1852 ya se empezó a escuchar en la ciudad el lejano tronar de los cañones que iban a decidir en Caseros la suerte de la Confederación. A las once de la mañana, grupos de fugitivos comenzaron a llegar dando la noticia de la derrota.
Al mediodía, el general Mansilla izó la bandera blanca en el Fuerte y en la Aduana y la escuadra brasileña desde la rada dio por entendido el mensaje de rendición. Rosas no quiso permanecer en el campo de batalla hasta el último momento. Al ver perdida la acción no intentó reagrupar a los regimientos que se desbandaban y emprendió la fuga acompañado por Máximo Terrero, su edecán y futuro hijo político, el asistente Lorenzo López y un grupo de soldados de los sublevados en El Espinillo, de la división Aquino.
Al llegar al bañado de Flores se despidió de esa tropa y acompañado por el asistente llegó al “hueco de los Sauces. (hoy plaza Garay) y desmontando escribió a lápiz, con la mano levemente herida, su renuncia a la Sala de Representantes. Descansó un rato debajo de un árbol. Eran más o menos las tres de la tarde. Cambió la gorra y el poncho con su asistente y le entregó el sable y su caballo Victoria a éste, quien los llevó a la residencia de Rosas, en la ciudad, donde lo esperaba Manuelita, a las cuatro de la tarde. Rosas se dirigió a la casa del ministro británico Robert Gore, en el número 186 de la calle Santa Rosa (hoy Bolívar, entre México y Venezuela).
Manuelita Rosas la hija de Juan Manuel se disfrazo de muchacho para poder huir con su padre con destino Gran Bretaña
Angel de Estrada relata en sus memorias cómo Rosas dejó su caballo en un viejo cañón que servía de poste en la esquina y, equivocándose de casa, golpeó en la de su abuelo, que estaba ubicada frente a la casa del ministro británico.
Pronto se dio cuenta de su error y se dirigió enfrente, donde lo recibió un sirviente, pues Gore estaba ausente. Rosas, disfrazado de soldado común, se tumbó en el lecho del ministro británico y se durmió. A las cuatro y media de la tarde llegó Gore a su casa y encontró a Rosas cubierto por el humo de la pólvora, cansado y hambriento, pero sonriente.
A las ocho de la noche llegó Manuelita a la casa. Noto la herida en la mano de su padre y envió al ama de llaves a la botica de Santiago Torres para traer vendas y un bálsamo, y le hizo la primera curación.
A las doce de la noche salió la extraña comitiva de la casa del ministro: Rosas con el gabán negro de un marinero y su gorra del brazo de Gore, que llevaba uniforme de oficial de marina británico, Manuelita disfrazada como un muchacho y Juancito con ropas del ministro, y la esposa de Juan con el pequeño Juan Manuel, nieto de Rosas. Pasando por el Cuartel de los Restauradores llegaron a la orilla del río, en la actual calle Belgrano, y el bajo, donde estaba la Aduana Vieja, pasando dos garitas de guardia que los dejaron continuar al reconocer al ministro británico. Se embarcaron en una ballenera francesa que los llevó a bordo del Locust, que a las tres de la madrugada, se alejó a todo vapor de la rada. En balizas interiores fueron transbordados los pasajeros al Centaur.
Muchos que no saben que decir contra Rosas, utilizan el argumento que era “pro-ingles” y “la prueba es que se exilió en Inglaterra”. Es un argumento tan cretino, como acusar al Libertador San Martín de “afrancesado” porque, amenazado de muerte en su Patria, se exilió en Francia.
Las razones por las que Rosas se exilió fue a Inglaterra son muy sencillas:
Los Ingleses siempre utilizaron la estrategia de “deshacerse del enemigo permitiéndole escapar” (Filosofía Sun Tzu). La usaron muchas veces en la guerras de Europa y la usarían también en América. Rosas respetó a los ingleses de Buenos Aires (y los tratados de 1825 de nación favorecida que obtuvieron a cambio de reconocernos la independencia) pero se opuso encarnizadamente al libre comercio y la libre navegación de los ríos, objetivo buscado por los ingleses (y franceses).
Los brasileros (aliados de siempre del imperio ingles), en virtual guerra con Rosas, tentaron a Urquiza (jefe del ejército de la Confederación contra Brasil) para que se revele contra Rosas. Urquiza, entre otras razones por ambición personal y económica (que hasta el mismo Sarmiento le echa luego en cara) en alianza con los brasileros derroca a Rosas. Si bien se arrepiente en forma casi inmediata, el error ya estaba hecho y los Ingleses consiguieron su objetivo en gobiernos posteriores.
Ahora bien: ¿porque Rosas fue a Inglaterra?: derrotado Rosas por Urquiza y Brasil a Rosas le quedaban dos opciones: entregarse como lo hizo Chilavert, sin resistencia, para ser fusilado por la espalda (por Urquiza), o entregarse a su verdadero vencedor.
Rosas optó por esto último y no tuvo un exilio sino una prisión disimulada en una granja de Inglaterra, donde vivió humildemente de su trabajo diario. (Llevó un cajón de papeles y documentos y unos pocos patacones en el bolsillo) ¿Porque lo recibieron los Ingleses?... muy sencillo...para “deshacerse del enemigo permitiéndole escapar”, para “tenerlo controlado” y de paso “tener controlados” a los gobiernos de la Confederación…“o les mandamos nuevamente a Rosas” . Si en cambio lo mataban, lo hubieran convertido inmediatamente en un mito. Si hubiera ido a otro país, podría regresar a la Confederación. Rosas recibió ofertas en ese sentido desde su patria, pero se negó terminantemente a regresar ilegalmente contra un gobierno constituido.
Hay otra razón para que Rosas se exilaran en Inglaterra: en aquella época, Inglaterra era el único país con estabilidad políica. El Propio San Martín en su madurez estuvo a punto de exiliarse en Inglaterra cuando los desórdenes en Francia no le daban seguridad personal.
Rosas no fue “enemigo” de los ingleses. El propio cónsul ingles testimonia que se respetaron a los súbditos ingleses, sus bienes y propiedades inglesas aún durante el bloqueo Ingles.Rosas no fue “enemigo” de los ingleses: simplemente los puso en su lugar.