Pedro de Mendoza habría nacido hacia 1499 en la ciudad de Guadix, del Reino de Granada, uno de los cuatro reinos de Andalucía que formaba parte de la Corona de España, en el seno de la poderosa Casa de Mendoza. Su padre, Fernando de Mendoza Luna y Sandoval de la Vega , pertenecía a la aristocracia castellana dedicada al comercio, y su madre llamada Constanza de Luján, una hija del comendador de la Orden de Santiago y regidor de Madrid España. , Diego Luján de Villanuño y de su esposa, Catalina de Lodeña y Solís (m. 2 de junio de 1490).
Su abuelo paterno podría ser Pedro de Mendoza y Luna quien fuera el tercer hijo del primer duque del Infantado, aunque algunos autores afirman que su abuelo fue Juan Hurtado de Mendoza. Según esta última teoría, Pedro de Mendoza sería bisnieto del célebre Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana y señor de Fresno de Torote. Juan Hurtado se había casado con Elvira del Castillo y tuvieron un hijo, Fernando o Hernando de Mendoza que se estableció en Guadix tras su reconquista por los cristianos en 1489.
Pedro de Mendoza ingresó desde muy joven al servicio regio en la corte del rey Carlos I de España. Como paje, acompañó al soberano en su viaje a Inglaterra en 1522. Luchó luego en la guerra italiana contra los franceses, en la que participó del Saco de Roma de 1527.
En 1524 recibió el título de caballero de la Orden de Alcántara4 y más tarde se cambió a la Orden de Santiago.
En 1527 participó de la guerra entre las tropas del rey Carlos de España y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, contra los Estados Pontificios al mando del papa Clemente VII. La guerra incluyó el saqueo de Roma del cual se benefició personalmente.
En 1533, gracias a los buenos oficios de su parienta María de Mendoza –esposa del influyente Francisco de los Cobos y Molina– comenzó las gestiones que lo convertirían más tarde en el conquistador del Plata.
El descubrimiento y la conquista del Paraguay y las zonas aledañas al Río de la Plata, eran de enorme importancia comercial y estratégica, estaban aún por concluirse, y el monarca Carlos I no encontraba financiamiento ni hombres dispuestos a afrontar la peligrosa e incierta empresa.
El principal motivo de enviar tropas a esa parte de Sudamérica era proteger las posesiones de la corona española ante los avances de los portugueses. Además en esa época corría una leyenda promovida por los indígenas, que mencionaba fabulosas riquezas en la zona, lo que incrementaba la ambición de los conquistadores españoles.
La corona española no podía perder tiempo, porque desde el descubrimiento del Brasil en 1500 por Pedro Álvares Cabral, Portugalamenazaba con expandirse al sur hasta el Río de la Plata y más allá, privando a los españoles de estos valiosas territorios.
Fue en estas circunstancias que Mendoza propuso al rey Carlos I, en 1534, hacerse cargo con su propio patrimonio del diseño y conducción de una expedición al Atlántico Sur que reafirmara la soberanía de España sobre esas regiones. El 21 de mayo de 1534, mediante la Capitulación de Toledo el rey Carlos nombró a Mendoza adelantado o comandante militar de la zona a conquistar, con potestad para fundar fortalezas y pueblos. El cargo tenía múltiples atractivos: era hereditario, combinaba las funciones de gobernador, jefe militar y magistrado, ofrecía grandes posibilidades económicas (por lo que los adelantados, que debían costearse sus propias expediciones, lo utilizaban para intentar recuperar el capital invertido), motorizadas por el rumor, falso pero propagado intencionadamente por los indios, de que en el interior del continente se hallaban grandes riquezas en oro, plata y piedras preciosas. El acuerdo no tenía límites territoriales. En efecto, a mayor superficie conquistada, mayor territorio gobernaría el adelantado en cuestión, lo que incentivaba el avance geográfico español ante las ambiciones portuguesas en todas las zonas en competencia.
Pedro de Mendoza ingresó desde muy joven al servicio regio en la corte del rey Carlos I de España. Como paje, acompañó al soberano en su viaje a Inglaterra en 1522. Luchó luego en la guerra italiana contra los franceses, en la que participó del Saco de Roma de 1527.
En 1524 recibió el título de caballero de la Orden de Alcántara y más tarde se cambió a la Orden de Santiago.
En 1527 participó de la guerra entre las tropas del rey Carlos de España y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, contra los Estados Pontificios al mando del papa Clemente VII. La guerra incluyó el saqueo de Roma del cual se benefició personalmente.
En 1533, gracias a los buenos oficios de su parienta María de Mendoza –esposa del influyente Francisco de los Cobos y Molina– comenzó las gestiones que lo convertirían más tarde en el conquistador del Plata.
El descubrimiento y la conquista del Paraguay y las zonas aledañas al Río de la Plata, eran de enorme importancia comercial y estratégica, estaban aún por concluirse, y el monarca Carlos I no encontraba financiamiento ni hombres dispuestos a afrontar la peligrosa e incierta empresa.
El principal motivo de enviar tropas a esa parte de Sudamérica era proteger las posesiones de la corona española ante los avances de los portugueses. Además en esa época corría una leyenda promovida por los indígenas, que mencionaba fabulosas riquezas en la zona, lo que incrementaba la ambición de los conquistadores españoles.
La corona española no podía perder tiempo, porque desde el descubrimiento del Brasil en 1500 por Pedro Álvares Cabral, Portugalamenazaba con expandirse al sur hasta el Río de la Plata y más allá, privando a los españoles de estos valiosas territorios.
Fue en estas circunstancias que Mendoza propuso al rey Carlos I, en 1534, hacerse cargo con su propio patrimonio del diseño y conducción de una expedición al Atlántico Sur que reafirmara la soberanía de España sobre esas regiones. El 21 de mayo de 1534, mediante la Capitulación de Toledo el rey Carlos nombró a Mendoza adelantado o comandante militar de la zona a conquistar, con potestad para fundar fortalezas y pueblos. El cargo tenía múltiples atractivos: era hereditario, combinaba las funciones de gobernador, jefe militar y magistrado, ofrecía grandes posibilidades económicas (por lo que los adelantados, que debían costearse sus propias expediciones, lo utilizaban para intentar recuperar el capital invertido), motorizadas por el rumor, falso pero propagado intencionadamente por los indios, de que en el interior del continente se hallaban grandes riquezas en oro, plata y piedras preciosas. El acuerdo no tenía límites territoriales. En efecto, a mayor superficie conquistada, mayor territorio gobernaría el adelantado en cuestión, lo que incentivaba el avance geográfico español ante las ambiciones portuguesas en todas las zonas en competencia.
Las Capitulaciones de Toledo otorgaron a don Pedro de Mendoza el título de adelantado, gobernador y capitán general de los territorios a conquistar entre los 25º y 36º de latitud sur en América del Sur.
El 24 de agosto de 1535 Mendoza zarpó del puerto de Sanlúcar de Barrameda al mando de su expedición, compuesta entre 11 y 14 naves (según diversas fuentes) y aproximadamente 3000 hombres. El emperador había entregado a Mendoza, además, 3000 ducados y otro importante adelanto en metálico que el conquistador debía trasladar hasta el Río de la Plata.
Pero la tarea que se le exigía a cambio no era fácil: transportar a destino, en el lapso de dos años, un millar de colonos, cien caballos, fundar tres fuertes y construir un camino real desde el Río de la Plata hasta el Océano Pacífico. Obviamente, la corte española ignoraba las dimensiones del terreno a conquistar y las ímprobas dificultades que representaban la Cordillera de los Andes, que se interponían en la ruta propuesta. La consecución de esta última tarea sólo se alcanzó en el siglo XX.
Mendoza conformó su expedición de manera racional y cuidadosa: llevó consigo a ocho sacerdotes, un médico y un cirujano. Sin embargo, no llevaba ningún abogado. El nombramiento de adelantado lo habilitaba para quedarse con la mitad de los tesoros que secuestrara a los aborígenes y el 90% de los rescates de los prisioneros, lo que, añadido a su potestad de juez y tribunal de apelaciones, hacía innecesario llevar a un forense profesional con él. Lo acompañaban su hermano Diego de Mendoza, sus parientes Gonzalo de Mendoza y Francisco de Mendoza y el hermano de santa Teresa de Jesús, Rodrigo de Cepeda y Ahumada.
La flota de Pedro de Mendoza fue dispersada por una espantosa tormenta frente a la costa de Brasil. Tras la misma, el comandante logró reunir a sus navíos y desembarcó en la costa brasileña, donde cayó gravemente enfermo. Debió entregar el comando a su lugarteniente Juan de Osorio, quien al poco tiempo dio muestras de ser responsable de traición y desfalco. Mendoza lo hizo ajusticiar y, algo recuperado de su dolencia, decidió embarcar de nuevo y proseguir poniendo proa al sur.
Otras versiones dicen que una de las razones de la empresa de Mendoza en América era que su delicado estado de salud podía mejorar allí, puesto que sus dolencias se debían a que había contraído sífilis, y que allí podría encontrar su cura. De hecho el adelantado permaneció casi la totalidad del viaje en su camastro hasta dar con su muerte.
La expedición de Pedro de Mendoza se adentró en el Río de la Plata a mediados de enero de 1536 y desembarcó en la Isla San Gabriel, frente a la actual ciudad de Colonia del Sacramento. El 22 de ese mismo mes los soldados y expedicionarios juraron fidelidad y obediencia al adelantado, que comenzó a ejercer desde ese día su cargo de gobernador.
Luego de reconocer ambas costas del estuario rioplatense, Mendoza decidió establecerse en la margen derecha, en un sitio donde encontró fuentes de agua potable y una costa relativamente reparada.
El 2 o 3 de febrero de 1536 (en Argentina oficialmente se toma como cierta esta última fecha), Pedro de Mendoza fundó sobre la margen austral del Río de la Plata, un puerto defendido por dos primitivos fuertesal que llamó Santa María del Buen Ayre, apelativo de la Virgen de los marineros de la isla de Cerdeña. En este sitio se estableció junto con sus expedicionarios.
Apenas instalados, los españoles descubrieron una gran hueste de indios pampas querandíes, de al menos 3000 hombres, a los que dieron obsequios y alimentos.
Pero a poco de llegar, los graves problemas comenzaron: la ciudad estaba establecida en una zona baja e inundable, pantanosa e insalubre, desde la que los mosquitos propagaban enfermedades y epidemias. El maltrato de algunos españoles a los indígenas motivó que estos dejaran de frecuentar el campamento.
La falta de comida obligó al adelantado a enviar guarniciones en todas direcciones a buscar alimentos para paliar la hambruna, pero las mismas fueron inmediatamente atacadas por partidas de indígenas pampas. Deseoso de terminar con el problema, don Pedro envió un ejército comandado por su hermano Diego de Mendoza para atacar a su vez a los pampas. Ambos bandos se enfrentaron en el "Combate de Corpus Christi", el 15 de junio de 1536, cerca de la Laguna de Rocha y del emplazamiento del actual partido de Esteban Echeverría de la provincia de Buenos Aires. En el enfrentamiento los indios vencieron y exterminaron a dos tercios de las tropas españolas.
El éxito de este combate dio confianza a los querandíes, que comenzaron a atacar con más y más frecuencia la ciudad, impidiendo que los españoles saliesen de sus refugios para conseguir alimentos. De esta forma, a la enfermedad y la violencia se sumó la inanición como causa común de muerte entre los conquistadores. A finales de junio los indígenas reunieron un gran ejército, de 23 000 lanzas según relata el biógrafo de la expedición Ulrico Schmidl, entre querandíes, barenis o guaraníes, zechuruas o charrúas y zechanáis o chanás-diembús o timbús. Tras fracasar en asaltar sus defensas se dedicaron a asediarla.
Finalmente, en diciembre de 1536 los querandíes consiguieron por primera vez vulnerar las defensas de la ciudad, penetrar en ella e incendiarla, provocando su destrucción total.
Pedro de Mendoza y algunos españoles consiguieron escapar a la matanza que siguió, y debieron encaminarse al norte para refugiarse en el fuerte de Corpus Cristi –en la actual provincia argentina de Santa Fe– que había sido establecido sobre el río Carcarañá diez años antes por Sebastián Gaboto.
Desde allí, Mendoza envió una pequeña partida al mando de su lugarteniente Juan de Ayolas hacia el norte, reconociendo las orillas del río. Ayolas, acosado por las pestes, el hambre y los continuos ataques de los indios, no pudo cumplir con la tarea encomendada y, derrotado, regresó a Sancti Spiritu.
Mendoza, descorazonado por las malas noticias de su hombre de confianza, y sintiéndose enfermo y desanimado, delegó el mando del fuerte a Francisco Ruiz Galán hasta que Ayolas regresare y decidió embarcarse rumbo a España el 22 de abril de 1537.
Buenos Aires volvió a ser reconstruida con posterioridad, luego de zarpar Mendoza hacia España, pero finalmente fue despoblada e incendiada por sus 350 habitantes a finales de junio de 1541, decidiendo marcharse hacia el norte a la ciudad de Asunción.
Ya muy enfermo, Pedro de Mendoza murió en alta mar durante su viaje de regreso a España, (posiblemente de sífilis) cerca de las Islas Canarias, el 23 de junio de 1537. Su cuerpo fue arrojado al mar.