Haroldo Conti nació en Chacabuco, Provincia de Buenos Aires el 25 de mayo de 1925. Era hijo de Petronila Lombardi y de Pedro Conti, tendero ambulante y fundador de la unidad básica del Partido Peronista en Chacabuco.
Fue maestro rural, actor, director teatral aficionado, seminarista, empresario de transportes, piloto civil, profesor de filosofía. Estuvo tambien vinculado a la actividad cinematográfica como guionista, y en calidad de tal trabajó en La muerte de Sebastián Arache, un film de Nicolas Sarquis.
En 1938 ingresó al Colegio Don Bosco de Ramos Mejía, un colegio religioso donde integró un grupo de teatro vocacional, donde empezó a despuntar su vocación literaria:
¿Cómo Haroldo Conti vino a resultar un escritor?
–Habría que contar la historia de uno mismo. La cosa empezó de esta manera. Yo era alumno de una escuela de pupilos. En aquel tiempo no había cine, y reemplazábamos esa diversión dominical con unas funciones de títeres. Yo me ocupaba de escribir los libretos que, como en todas las seriales, se acababan en el momento de mayor suspenso y se continuaban en el próximo domingo. Así nació en mí una parte de esa vocación por la literatura.
La otra parte se la debo a mi padre. El siempre fue un gran cuentero y lo es todavía. Es un hombre de pueblo que cuenta y cuenta cosas como toda la gente de pueblo, que a veces no tiene otra cosa que hacer. Mi padre era un viajante, un tendero ambulante y yo salía a recorrer el campo con él; se encontraba con la gente y antes de venderle nada se ponía a charlar y contar cosas. Así recibí ese hábito de contar oralmente.
Apenas un año después, comenzó a trabajar como maestro en la localidad de General Pirán, otro pueblo de la provincia, e ingresó en el Seminario Metropolitano Conciliar de Villa Devoto, que abandonó en 1947 para iniciar sus estudios de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. En 1948, en uno de sus vuelos como piloto civil, sobrevoló por primera vez el Delta del Paraná, un paisaje del que ya no se alejaría. Después de trabajar como asistente de dirección de la película La bestia debe morir, concluyó sus estudios de Filosofía en 1954, y al año siguiente se casó con Dora Magdalena Campos, con quien tuvo a sus hijos Alejandra y Marcelo.
A partir de 1960 comenzó a pasar temporadas en su casa en el Delta del Tigre, a orillas del arroyo Gambado, hoy convertida en casa museo, al mismo tiempo que empezó a escribir su primera novela, Sudeste, en la que recrea el mundo y los habitantes del Delta. Para entonces, ya había recibido sus dos primeras distinciones, el premio Olat por su pieza teatral El examinado y un premio de la revista Life por su relato «La causa».
Sudeste se publicó en 1962, resultando ganadora del concurso de la Editorial Fabril, misma que la publicó, y convirtió a Conti en un referente de la llamada Generación de Contorno.
En 1965 permaneció algunos meses en Uruguay, tras naufragar en sus costas durante uno de sus viajes por la costa brasilera, durante los cuales hizo amistad con algunos pescadores del puerto de La Paloma. Un año después publicó su segunda novela, Alrededor de la jaula, con la que obtuvo su primer galardón internacional, el premio de la Universidad Veracruzana. Poco después comenzó a trabajar como profesor de Latín del Liceo n° 7 de la Ciudad de Buenos Aires, donde permaneció hasta su secuestro, a la vez que publicó su libro de cuentos Con otra gente.
En 1971 viajó por primera vez a Cuba como jurado del Premio Casa de las Américas. Este viaje influirá en su visión política:
Cuba es una especie de colina de América desde donde se divisa todo el continente. Desde La Habana tomé conciencia de América Latina
Este compromiso político se manifestó en su acercamiento al PRT, del que se hizo militante.
Ese mismo año apareció su novela En vida, que obtuvo el premio Barral, otorgado por un jurado integrado entre otros por Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, y tuvo una tercera hija fruto de una breve relación con una de sus estudiantes, Gloria Ana Ibañez
En 1973, ya separado de su esposa, comenzó una relación con Marta Scavac, una ex alumna del Liceo, con la que tuvo a su hijo Ernesto, y colaboró en la revista Crisis. Llegó a tener la posibilidad de concursar por la Beca Guggenheim, pero la rechazó en una carta en la que alegaba motivos de coherencia ideológica:
Con el respeto que ustedes merecen por el sólo hecho de haber obrado con lo que se supone es un gesto de buena voluntad, deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden postularme para un beneficio que, con o sin intención expresa, resulta cuanto más no sea por fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de penetración cultural del imperialismo norteamericano en América Latina. No es sólo ni principalmente la cuestión de la beca Guggenheim en sí misma, sino de la política de colonización cultural de la que forma parte, en la que el imperialismo norteamericano no escatima en esfuerzos de organizaciones estatales, paraestatales y privadas.
Después de participar una segunda vez como jurado del Premio Casa de las Américas, fue ganador del mismo en 1975 con la novela Mascaró, el cazador americano, otorgado ex aequo junto con La canción de nosotros de Eduardo Galeano. El mismo año apareció otro volumen de cuentos, La balada del álamo carolina.
Para ese entonces la situación política de Argentina era mucho más violenta e inestable. Finalmente, el 24 de marzo de 1976 una Junta Militar integrada por los comandantes en jefe de las tres Fuerzas Armadas derrocó a Isabel Perón e instauró una dictadura cívico - militar que emprendió un plan sistemático de secuestro, tortura y desaparición de personas. A pesar de que se sabía vigilado, Conti prefirió quedarse en el país. Poco antes de su secuestro, colocó un cartel frente a su escritorio con una frase en latín, que resumía su posición: Hic meus locus pugnare est hinc non me removebunt («Este es mi lugar de combate, y de aquí no me moveré»).
El 4 de mayo de 1976, Conti y su pareja dejaron a sus hijos al cuidado de un amigo en su casa de la calle Fitz Roy 1205 y salieron a cenar y después al cine, regresando poco después de medianoche.
Al llegar, se encontraron con que una brigada del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército los estaba esperando. Según testimonio de su viuda, fueron golpeados e interrogados durante varias horas, el lugar fue saqueado y destruido, y le permitieron despedirse de Conti antes de llevárselo
Dos semanas después de su secuestro, el presidente de facto Jorge Rafael Videla organizó un almuerzo con destacadas personalidades de la cultura: Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Horacio Ratti, presidente de la SADE, y Leonardo Castellani.
El padre Castellani, que conocía a Conti de su época en el seminario, intercedió por él, mientras que Ratti entregó una lista con otros once nombres de escritores desaparecidos. Videla le aseguró a Castellani que haría lo posible para averiguar su paradero, a pesar de lo cual no hubo ninguna información oficial, si bien el sacerdote pudo ver una vez más a Conti en la cárcel de Villa Devoto en julio de ese año. Testimonios ulteriores de sobrevivientes indicaron que en algún momento pasó por el centro de detención El Vesubio.
Finalmente, en 1980, Videla confirmó ante algunos periodistas españoles, sin precisar el lugar y las circunstancias, que Conti estaba muerto. Dado que sus restos siguen sin hallarse, su nombre continúa integrando la lista de desaparecidos por la dictadura.